Aún tenemos fuerzas para educar, reclamar, discutir, proponer, gobernar
Mi generación tenía por meta convertir los sueños en realidades. Teníamos razones para vivir, una vida llena de expectativas, trabajábamos, estudiábamos, luchábamos, para convertir esos deseos en acciones que condujeran al éxito. Había grandes motivos para vivir.
Teníamos propósitos claros, definidos y sorteábamos los obstáculos para hacerlos viables.
Las obligaciones, la realización de sueños, estudiar y convertirnos en profesionales, trabajar para mantener la familia, crear una familia mediante el matrimonio y la paternidad, acortaban los tiempos de trabajar para lograr hacer realidad todos los sueños.
Entonces nos agrupamos en partidos, sindicatos, organizaciones profesionales, estudiantiles, deportivas y cambiamos, en parte, el norte de nuestros sueños.
Es cierto que logramos imponer un régimen en el cual decimos que practicamos la democracia, lo cual es imposible en cualquier lugar del mundo. Es cierto que logramos vivir con menos temor.
Es cierto que cambiamos la desazón por alegría. Es cierto que recuperamos el amor de familiares, amigos, compañeros de estudios, de equipos deportivos y de partidos. Es verdad que ahora vivimos mejor que bajo la estrecha visión de la tiranía de Trujillo y de la dictablanda de Balaguer.
También es cierto que hemos perdido la ilusión, hemos perdido la esperanza, que mientras más sabemos menos comprendemos, que mientras más cerca estamos de la verdad, descubrimos que los procedimientos son más oscuros, que se emplea la inteligencia y la habilidad para realizar actos reñidos con la moral, la ley y las buenas costumbres.
Es cierto que hemos tenido la peor puntería cuando elegimos ciertos gobernantes que nos engañan con sus cantos de sirenas, que nos prometen, nos prometen, nos prometen y mientras nos prometen piensan y actúan en dirección a desfalcar el Estado, endeudar el país y negar los derechos constitucionales y humanos.
Mi generación está cansada por el tiempo, pero no rendida por las fuerzas que nos impulsaron y nos impulsan. Aún tenemos fuerzas para educar, reclamar, discutir, proponer, acusar, enjuiciar, gobernar.
Siempre he actuado bajo el predicamento de que nunca es más negra la noche que cuando va a amanecer. Siempre adelante. Hacia atrás, ni para coger impulso. Recuerdo la proclama de don Juan Sánchez Ramírez que hace pagar con la vida al soldado que mira atrás, porque la lucha y la victoria están delante y nuestro deber es conquistarlas.
Soy de los optimistas que sabe que hemos logrado adelantar, si se toma en cuenta que la rueda de la República ha estado abandonada, enmohecida durante décadas, con toda suerte de obstáculos para que solo puedan salir adelante unos pocos, no necesariamente los mejores.