Los problemas son los mismos desde el inicio de la humanidad, hemos cambiado cuando damos respuestas diferentes a los desafíos iniciales y a los que creamos con nuestras inconductas.
Somos los creadores y destructores de conductas, pero una cosa tenemos clara y la practicamos con descaro: echar a los demás la culpa de los males que padecemos, como si no fuésemos los demás de los demás.
“No hay nada nuevo bajo el sol, excepto la Novena Sinfonía de Beethoven” es una verdad de a puño, basta con un vistazo al largo y tortuoso tránsito de la humanidad desde antes de que hubiera registros históricos tan confiables como los escritos.
Me resulta risible leer, escuchar, ver cómo la ignorancia se empeña en tapar el sol con un dedo, lo que hasta ahora ha sido imposible, salvo que se trate de un truco de cámara.
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A viejos males se les busca soluciones fruto de la imaginación de “sabios” que piensan que encerrar en códigos y leyes es la solución de la violencia doméstica, que es tan vieja como el asesinato de Caín, quien mató a su hermano en el idílico Jardín del Edén. Nadie se ha ocupado de averiguar cuál fue la causa, la razón por la cual hermanos criados juntos, con aparentemente todos los problemas resueltos, uno decidió quitarle la vida a su hermano.
Andamos tras los problemas, no nos hemos sabido colocar a la altura de la época y queremos enfrentar problemas nuevos con métodos superados por la dinámica social.
El tema: hombre, mujer, violencia, celos, adulterio, incesto, viene recogido en todas las crónicas más antiguas y en las legislaciones más detalladas, desde siempre, si lo entendemos así, si lo aceptamos así, tendremos que convenir en que andamos por el camino equivocado.
Con el tiempo y ante nuestros ojos, la vida cambió de una manera tan rápida que la familia fue destruida por la civilización, ya los esposos no tienen la misma relación, la cantidad de tiempo, incluso, en muchos casos, la relación espacio tiempo varía tanto que el hombre trabaja por las noches y la mujer por los días ¿Y los hijos? Mal, gracias, criados a la “bringandina”, sin el ojo vigilante de los mayores.
Los niños se crían “inventando” practicando lo que ven en la televisión, en los teléfonos celulares en el chernaje de las calles y creemos que un policía con un garrote va a enderezar la sociedad descarriada por sí misma. El tema de la violencia recurrente, eterno, requiere de vigilancia desde el hogar, la escuela, la iglesia, el club, el partido…
Los males escapados de la caja de Pandora no han sabido ser recogidos.
(Publicado 30 de junio del 2022, “Un enfoque equivocado”, título)