Siento luego existo, las emociones mandan para la neurología

Siento luego existo, las emociones mandan para la neurología

Los resultados científicos en neurología afirman que las emociones son un asunto del cerebro, de la famosa amígdala; la que nos dicta, en primera instancia, a quién tenemos que votar, qué queremos comer o de quién nos enamoramos… aunque luego las pasemos por el tamiz cognitivo, con mayor o menor éxito.

Y a la parte cognitiva se llega porque la amígdala está conectada con el córtex prefrontal o corteza cerebral, que regula el estado del sentimiento, el aspecto consciente de las emociones y su influencia en la cognición.

La corteza cerebral lo que hace es buscar las explicaciones, a veces falsas, a estas emociones, pero quien manda son las emociones, y en este mundo del siento luego existo, las caricias tienen además un papel protagonista.

Nos lo explica Jordi Montero Homs, neurólogo y neurofisiólogo clínico, quien considera que con las nuevas tecnologías y la ayuda de otras disciplinas se ha avanzado mucho en el conocimiento del cerebro “pero aún queda un mundo por descubrir de este complejo órgano”.

“Con los nuevos descubrimientos hemos podido entender que las emociones no son solo una cuestión del cerebro, es también todo el cuerpo el que se emociona: el cuerpo habla con el cerebro y viceversa y todo ello constituye nuestro comportamiento emocional, no se puede separar un disgusto de un aumento de ritmo cardiaco, o de un cambio de respiración, o incluso de una diarrea…”

Montero, que ha sido responsable de los departamentos de Neurofisiología y Neuromuscular en el Hospital de Bellvitge, acaba de publicar el libro: “A flor de piel” (Plataforma Actual) para acercar sus conocimientos sobre el mundo de las emociones y más concretamente de las caricias.

Nos habla de lo importante que supone en la vida de las personas el contacto piel con piel y de otro tipo de caricias, como las visuales, auditivas y/o gestuales.

Emociones: el mundo de las caricias

De acuerdo con el autor, la relación entre la sensación táctil y las emociones es mucho más amplia que la de una simple caricia.

“Las entradas desde el tacto a todas las funciones cerebrales son amplias y como reúnen todos los tipos de sensaciones capaces de producirse desde la piel, son complejas…”

Así por ejemplo, la señales que proceden de las zonas genitales son fundamentalmente recibidas de forma primaria en áreas del cerebro límbico, y es por ello que aportan estímulos muy primarios y ancestrales en la evolución, pero en el humano puede acompañarse de otras muchas sensaciones de significado cognitivo, conductual o de previsión.

emociones neurología
EPA/TYTUS ZMIJEWSKI

Además los humanos pueden dar y recibir caricias con otros sentidos: con la mirada, con los sonidos, las palabras, el olor, los gestos, la sonrisa, la actitud…

Así, por ejemplo, en el caso de la sonrisa, el neurólogo relata que es quizá la primera caricia propia y exclusivamente humana, y se organiza desde las redes motoras dependientes de las zonas emocionales de nuestro cerebro.

“La sonrisa es el fenómeno visual esencial en la expresión de las emociones, el más valorado por el interlocutor, el que abre las puertas de la relación social o de su ausencia…”

En cuanto al beso, escribe Montero que tiene una connotación afectiva intensa, adquiere enorme importancia en la relación sexual y se halla también absolutamente inmersa en la relación social.

En definitiva todo un mundo de emociones por descubrir, en el que el cerebro tiene mucho que decir.

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Y una última aclaración: los sentimientos “son la forma de recordar las emociones, recuerdas que te gustó mucho una canción, pero solo recuerdas el sentimiento que te produjo, porque la emoción se vive”.

Miembro numerario de honor de la Sociedad Española de Neurología y autor también del libro “Permiso para quejarse” que trata sobre el dolor crónico, Montero concluye en “A flor de piel” que las caricias causan una emoción instantánea.

“Luego, la emoción desaparece y necesitamos repetir la caricia para que pueda mantenerse la emoción. En este sentido la caricia puede genera adicción, por la necesidad de repetirla.

“Todos hemos vivido esa necesidad durante el aislamiento forzoso de la pandemia…, cuando un humano pierde las caricias necesita encontrarlas”.

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