Casi siempre sucede así. Llega a Hollywood un director extranjero, atraído por el canto de sirenas y los millones de dólares.
Deja atrás la fama, los premios en importantes festivales, el status de autor y, de buenas a primeras, ya es otra pieza más en el engranaje de la industria.
Adiós al Cine personal, a la conciencia social, a las buenas intenciones.
Ahora está a sólo un paso de ser un artesano que conserva, eso sí, una buena factura técnica. Pero, mucho ojo. No estamos refiriéndonos a aquellos grandes que, en un momento dado y, por una razón u otra, tuvieron que abandonar la Patria y convertirse en exiliados y ni siquiera de los que se embarcaron durante la época dorada de los grandes estudios. Es más, gracias a ellos, el Cine que se hacía en Los Angeles alcanzó prestigio y categoría. Ahí están los nombres de Murnau, de Kazan, de Lubistch, de Stroheim, de Von Sternberg, de Billy Wilder, de Jean Renoir,de Fritz Lang y de muchísimos otros.
Llegó un momento, sin embargo, en el que la emigración, hacia los Estados Unidos, cambió de concepto y de razón de ser.
Pongamos el ejemplo de un Vittorio De Sica.
Sus peores películas son aquellas que entrañan una
producción norteamericana aunque hayan sido rodadas en Europa como pudiera ser el caso de Refugio para amantes con Mastroianni y la Faye Dunaway. Pero hay ejemplos todavía mucho más significativos al estilo el Antonioni de Zabriskie Point, tan seria como fracasada o el de Jacques Demy con Se alquila una modelo o el de Roger Vadim con Querido profesor y el horrible re-make de Y Dios creó a la mujer.
La decadencia de un Claude Lelouch empezó con Otro hombre otra mujer, absolutamente innecesaria aunque el autor, como muchos de los ya citados, optara por regresar a su país.
Los hay que, sin embargo, llegaron a USA para permanecer mucho tiempo como Paul Verhoeven o Wolfgang Petersen o hasta que le condenaran y se escapara de las garras de la justicia como Roman Polanski.
Dignas excepciones tampoco pueden faltarnos y, aunque en estos momentos su obra parezca estar en una especie de limbo temático, ahí está un Milos Forman para demostrarlo.
Si seguimos con el tema no acabamos ya que, ahora, el cerebro me trae el nombre de Lasse Hallstrom.
Toda esta introducción ha sido, sin embargo, para referirnos a Gabriele Muccino,el director italiano de El último beso que, ha hecho en Hollywood, una especie de alianza con Will Smith.
A los dos les fue muy bien con En busca de la felicidad. No parece haber sucedido lo mismo con esa Siete vidas (Seven pounds) que se estrena esta semana en nuestras pantallas. Pero, al menos podemos decir que las carteleras cambian un poco de tono (aunque cada vez vayamos más atrasados) ya que, conjuntamente con Seven pounds ha llegado, además, la Valkyrie de Brian Singer donde tenemos a Tom Cruise con un parche en el ojo, una svástica, unos cuantos dedos menos, y un uniforme de oficial nazi.
Estamos frente a una de esas producciones ambiciosas de las que se espera mucho pero que, por una razón u otra, decepcionan un poquito.
Aún así, la historia del complot para matar al Fuhrer, encabezado por Claus Von Stauffenberg rebosa interés por todos lados aunque ya haya sido tratado por el Cine en otras ocasiones.
Siete vidas. Título original: Seven pounds, Dir: Gabriele Muccino, Int: Will Smith, Rosario Dawson, Michael Ealy, Barry Pepper,
Elpidia Carrillo, Joe Núñez). Hay muchas maneras de despertar el interés del espectador a través del guión. Una de ellas es la de ir descubriéndole lo que está pasando en el argumento a cuentagotas, poquito a poquito, para que no se pueda despegar de la pantalla.
Este procedimiento resulta riesgoso ya que, en un momento dado, El espectador pudiera hartarse y optar por salirse de la sala o por Apagar el televisor.
Seven pounds, nueva colaboración entre Will Smith y Gabriele Muccino, ha escogido este método y la idea es mantenernos en vilo hasta que apenas falten unos minutos de metraje en el film.
Las claves
1. Siete vidas
Es como si se aplicaran las técnicas del Suspense a una película cuya historia no lo ameritara.
2. El método
De emplearse, y para que funcione como es debido, debe de contarse con un desenlace de mucho impacto, de esos que golpean a la audiencia. Calificación: 3 (Aceptable).