Imagínense que, al día siguiente de publicarse las nominaciones al Oscar, Leonardo Di Caprio se presentase en las oficinas de la Academia para protestar por no haber sido tomado en cuenta.
Piensen en que sucediera algo similar en los Globos de oro. Plantéense la hipótesis de que, cuando se entregaran los Palmarés de Cannes, la Concha de San Sebastián o el León de Venecia, una serie de directores, estrellas, guionistas y un largo etcétera formaran un piquete. Sería tan vergonzoso como risible, tan patético como inaceptable, tan improcedente como penoso.
Ninguna premiación que se respete, al menos en materia de Cine, establece un plazo para rectificaciones y enmiendas. Las decisiones de un jurado o de una institución nunca son absolutamente justas.
Nada garantiza que aquel sea el mejor actor o que esta sea la mejor película. Sin embargo, eso es lo que ha pensado ese gremio.
Y eso es lo que hay que aceptar. Y punto.
Estas decisiones se toman por consenso y después de toda una serie de reuniones. Si usted no está de acuerdo con las decisiones ni desee ir a la ceremonia de entrega de premios ni se ponga a mirar dicha entrega por televisión ni lea las noticias de farándula de la prensa.
Vivimos en Democracia. De la misma manera que sale una actriz premiada en los Globos, esa actriz puede ser la perdedora en el Oscar. La vida es así.
No todos los que quedan fuera de las nominaciones son malos o mediocres o aceptables.
Los puede haber incluso muy buenos o sobresalientes Pero tiene que haber un límite, una barrera.
No se puede sobrepasar la cifra de cinco porque aquello sería entonces un caos.
Los nominados sobrepasarían entonces hasta el número de butacas del Teatro Nacional, si del Casandra se tratase. Un respetado y admirado cronista de Arte, de esos que leo asiduamente por sus interesantes análisis, sugería cinco nombres de actores y actrices que fueron excluidos de las nominaciones. Para colocarlos a ellos habría que quitar a la mayoría de los que sí están. Y no sería justo porque aquello no correspondería al criterio de los miembros de la institución, un criterio que, por supuesto, no deja de tener sus fallas.
Es por eso que hemos sugerido una constancia de que tal o cual cronista asistió a tal o cual representación y esa constancia sería muy fácil de obtener ya que bastaría una firma en la lista del Teatro, cuya fotocopia fuese enviada a las oficinas de Acroarte. Pertenecemos a esa institución desde hace mucho tiempo, desde la primera presidencia de Joseph Cáceres cuando, un día, conversando con él, llegamos a la conclusión de que los críticos de cine debían de formar parte activa.
De aquel grupo inicial de críticos sólo quedamos nosotros (Félix Manuel Lora se incorporó más tarde) y, con toda una serie de altibajos, hemos procurado ayudar en esa categoría de los premios Casandra.
También pertenezco al comité Clásico, aunque jamás voto cuando he presentado obras teatrales de mi autoría, a pesar de que la decisión final incluye a otros miembros.
Las claves
1. Premio al cine
Podría establecerse una premiación dedicada exclusivamente a las artes visuales que muy bien podría llamarse La silla de oro en homenaje a la producción de Franklyn Domínguez.
2. Documentales
Una película como 60 millas al este de Jorge Lendeborg quedó fuera de competencia para no mezclar ficción con documental.