Siete días de cine
Vampiros y perros para empezar el año

<STRONG>Siete días de cine<BR></STRONG>Vampiros y perros para empezar el año

Ya no es lo mismo ni es igual. El público asiste a las salas de cine masivamente en estos días navideños que culminan, pero la magia del 25 de diciembre o del 1º de enero se ha perdido para siempre.

El 2009 ha empezado con dos estrenos: uno de ellos es “Twilight”, esperadísima por adolescentes calenturientas cuyo príncipe azul ahora posee colmillos ya que la maldad, aunque soterrada, se ha convertido en parte esencial de nuestras vidas.

Los más pequeños, los que todavía no tienen en su diccionario la palabra sexo, se conforman con el perrito, muy simpático por cierto, llamado “Bolt”, lejanísimo también a aquellos dibujos animados de nuestra infancia donde todavía ni soñábamos con la perfección computarizada, ni nos hacían falta tantos efectos.

Todavía quedará algún rezagado que no haya visto el último Bond, “Quantum of solace” y aquellos que, pese a las malas críticas, se interesen por “El día que se detuvo La Tierra”.

“Santicló”, como es lógico, irá perdiendo interés porque, nada más terrible que un arbolito encendido en la sala de la casa después de  las festividades.

“Twilight”.  Los vampiros siempre han tenido su lado romántico en el cine. El sólo hecho de la chupadera de sangre despierta la imaginación y el sadomasoquismo, evoca extrañas fantasías de dependencia, de sumisión,  de atracción fatal.

O sea, que lo de “Twilight”, que ya amenaza con toda una serie de secuelas (ahora viene “New moon”) no es nada nuevo.

Antes, es verdad, los vampiros fílmicos eran feísimos. Aquel “Nosferatu” de Murnau resultaba realmente horroroso y terrorífico pero, desde que mordía a las mujeres, allá por la época del cine mudo, de Alemania y del expresionismo, algo extraño sucedía.

No nos olvidemos de Christopher Lee que, para la casa Hammer, a todo color y a finales de los cincuenta, le dio un interesantísimo giro al personaje, haciéndolo más apuesto y seductor pero también mucho más atemorizante para los espectadores de una época que, desde luego, no es la de ahora.

Digamos, sin embargo, que el Romanticismo vampírico por excelencia, nos lo aporta el Frank Langella de aquella versión de John Badham del 79 que se basaba en la obra teatral que hacía furor en los escenarios de Broadway y que recorrió los escenarios de todo el mundo incluyendo nuestra media isla donde se montó en versión de Franklyn Domínguez.

Ya el célebre vampiro de Transilvania, el que, según la historia, fuera el más cruel de todos los condes, había pasado por todo, desde cambiar de color y ser negro en “Blácula” hasta las parodias de Polanski en “La danza de los vampiros” o aquellas, protagonizadas por George Hamilton donde el señor de los colmillos, chupaba cualquier cosa.

Creemos que “Twilight” le debe mucho a la versión de Badham y  con una película que en el 87 dirigiera Joel Schumacher titulada “Lost boys”, con Jason Patric donde unos jóvenes se mudaban a un pueblo que, consideraban, estaba habitado por vampiros.

Mezclando ambas cosas sale “Twilight”, donde el amor puede más que todos los miedos y prejuicios,  y  nosotros, nos sentimos un poco estúpidos aunque la narrativa de la película (hasta que llega la secuencia del juego de pelota) posee cierta elegancia visual.

Es, no hay duda, una película de mujeres y para mujeres (hay algunas que se creen quinceañeras toda la vida). Escrita por Stephane Meyer y dirigida por  Catherine Hardwicke. Y al perrito “Bolt” lo vamos a dejar  para el lunes en  “Linterna mágica”.

Zoom

En el 2009

A pesar de la crisis

Que traigan mejores películas, locales e internacionales y que, de continuar las cosas como están, nos sigamos refugiando en las salas alternativas, en la Cinemateca o en Casa De Teatro.

La piratería

Difícilmente tenga remedio si los distribuidores y exhibidores no estrenan con mayor celeridad y si no deciden  poner de vez en cuando una cinta que valga la pena.

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