Siete personas habitan cuevas en el Malecón

Siete personas habitan cuevas en el Malecón

Siete personas, entre ellas dos mujeres, habitan desde hace meses en cuevas debajo de los arrecifes del malecón, frente a la playita del fuerte San Gil, que fue parte de la muralla de Santo Domingo.

Estos Acavernícolas@ contemporáneos viven en condiciones infrahumanas, en la marginalidad extrema, alejados de todos los adelantos de la civilización, a pesar de tener su domicilio a unos pasos de los lujosos hoteles donde se alojan los turistas que vienen al país para disfrutar.

Algunos de ellos dijeron que llegaron al lugar procedentes de distintos lugares del país, cada uno con diferentes motivaciones y circunstancias, pero todos por problemas familiares.

Explicaron que no son tígueres, ni delincuentes, y se definieron como gente trabajadora a quienes la vida les ha golpeado, a quienes la sociedad ha marginado de forma dramática.

Viven del chiripeo, lavando automóviles, recogiendo botellas o vendiendo cosas que el mar arroja hacia la orilla donde viven.

En sus cuevas-casas no tienen mesas, ni muebles, ni camas, ni ningún otro ajuar de los que normalmente hay en un hogar. Mucho menos tiene energía eléctrica. Y cocinan en fogones de piedra.

Los avatares de la vida los ha obligado ha desarrollar un espíritu solidario y lazos de amistad considerables. Se protegen unos a otros y a menudo comparten lo poco que consiguen.

[b]QUIERE CAMBIAR[/b]

Uno de los que habitan en una de las cuevas del malecón es Nino. Su verdadero nombre es Fernando Lara. Tiene 27 años y lleva diez meses en el lugar. Pero no desea vivir allí para siempre.

Llegó al lugar por casualidad, luego de discutir por su adicción a las drogas con su primo en los Tres Brazos y salir a deambular por la ciudad.

Con su mirada fija en el mar explicó que decidió quedarse en el lugar porque allí conoció algunos amigos que lo acogieron bien. Además, indicó, hay una señora que le paga RD$800 cada semana para que le cuide unos perros.

Nino defiende la moral de sus compañeros a quienes ya considera su familia y dijo que allí no aceptan ladrones, a pesar de que algunos vecinos dijeron lo contrario.

«Aquí todos los que vivimos somos gente de trabajo. Algunos lavan carros, otros recogen botellas en la calle, una de las mujeres trabaja en un comedor y la otra >se la busca=», expresa con cierta timidez, pero con claridad.

Como él, la mayoría de sus camaradas vive del chiripeo, lavando carros, recogiendo botellas. Uno vive con su esposa, que trabaja en un comedor.

Algunos, como el propio Nino, han caído en las garras de las drogas, pero como él mismo señala se han recuperado y consideran que las condiciones infrahumanas en que hoy viven les ha ayudado a reflexionar y alejarse del vicio.

Su sueño es salir de la cueva algún día y conseguir un trabajito que le permita estudiar, enamorarse de alguien y tener su familia.

Otros de sus compañeros de cueva como Juan Carlos Mercedes, de 18 años, y Rafael Sánchez Parra de 25, también aspiran a mudarse algún día y rehacer sus vidas. Pero desconocen el camino para hacerlo, a pesar de estar en una vía tan transitada como la avenida George Washington.

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