Signos ominosos de tiempos difíciles

Signos ominosos de tiempos difíciles

El alza brusca en la tasas de cambio de las divisas extranjeras, los elevados precios del petróleo por la crisis  política que parece empeorar por momentos en el Medio Oriente, el virtual abandono de la agricultura y la construcción a la mano de obra extrajera; la disolución de la industria manufacturera criolla, agravada con el traspaso de la propiedad de las pocas rentables a manos extranjeras, con los beneficios de la plusvalía que éstas producen; las exoneraciones masivas de importaciones por parte de empresas y particulares, la pésima administración en la generación y distribución de la energía; la corrupción galopante, el gobierno y el crecimiento casi exponencial de la nómina del Estado con empleos inútiles, y el deterioro del medio ambiente por las construcciones imprudentes, el conuquismo y la falta de sistemas de saneamiento; son todos signos de que estamos llegando a un punto crítico para nuestra colectividad.

Nuestro país, sin el colchón que tienen los Estados Unidos con sus riquezas y cuya moneda se usa como divisa de reserva; o los países de la Unión Europea, que tienen el respaldo del poderoso Banco Central Europeo; ni con los enormes recursos naturales que  hay en Sudamérica, Canadá y Rusia;  o el potencial exportador de China, India, Corea del Sur, Sudáfrica y el Medio Oriente;  tiene el grave riesgo de caer en la insolvencia total en  breve tiempo por su endeudamiento externo mayúsculo, fruto del agotamiento de sus fuentes de financiamiento para el consumo, a pesar de las eficientes gestiones del Banco Central para mantener el equilibrio.

Un país que tiene secuestrado el sistema político para beneficio de una oligarquía partidaria, que impide por igual el desarrollo de su propia organización e impide el funcionamiento democrático de los  otros partidos a través de las “altas cortes” y la Junta Central Electoral, que controla totalmente, es particularmente vulnerable  a conmociones violentas e incontrolables por la falta de representantes legítimos de una oposición responsable y del propio partido de gobierno, frente a una probable crisis económica y social, como a las que está  abocado. El alto desempleo, la delincuencia, las quiebras o la venta  de centenares de empresas a precio vil y la falta de perspectivas para la juventud dominicana que la lleva a tratar de emigrar aun en condiciones de  ilegalidad y grave riesgo, nos dice que si no se actúa pronto para corregir esa situación, tendremos que llorar lágrimas de sangre, pues  nos convertiremos en un pueblo sin presente ni  futuro.

Debemos  que dinamizar y depurar nuestro sistema político, librándolo de la corrupción y la impunidad, del secuestro de sus instituciones y detener la inmigración desenfrenada de extranjeros.

Tenemos que producir para la exportación, introducir prácticas de ahorro público y privado, incentivar la manufactura local y el intercambio comercial, e invertir  mucho más en salud, educación e innovación tecnológica, si es que queremos ser viables como pueblo.

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