Sigue la controversia sobre los beneficios y perjuicios de recurrir a la Teoría Monetaria Moderna (TMM) como herramienta de financiamiento del gasto público.
Algunos de sus defensores, aunque reconocen que tras financiar directamente al gobierno a coste cero y lograr que todos los factores de producción estén ocupados, la inflación puede aparecer y desbocarse, entienden que ante esa situación el gobierno puede subir impuestos y emitir bonos para drenar el exceso de liquidez que provocaría el incremento de precios.
“Quizá lo más difícil sea esto último, decidir el fin de la expansión de la base monetaria y meter la creación de dinero en cintura”, entienden algunos expertos.
Sebastián Edwards, profesor de economía en la Universidad de California, comentaba en un artículo publicado en Project Syndicate que «la TMM, o alguna versión de ella, se probó en varios países latinoamericanos, entre ellos Chile, Argentina, Brasil, Ecuador, Nicaragua, Perú y Venezuela.
Todos tenían en aquel momento una moneda propia. Además, sus gobiernos (casi todos ellos populistas) se basaron en argumentos similares a los que hoy usan los partidarios de la TMM para justificar enormes aumentos del gasto público financiados por el banco central.
Y todos estos experimentos llevaron a inflación descontrolada, enormes devaluaciones de la moneda local y caídas aceleradas del salario real».
Este experto pone de ejemplo la Venezuela de Chávez y Maduro o el primer gobierno de Alan García en Perú (1985-1990).
Edwards explica que los síntomas son siempre muy similares.
«La decisión de las autoridades de financiar un déficit fiscal cuantioso creando dinero fue seguida en lo inmediato por una bonanza económica. Los salarios aumentaron (con ayuda de una suba sustancial del salario mínimo) y disminuyó el desempleo. Pero al poco tiempo se manifestaron restricciones y los precios se dispararon, llegando en algunos casos a tasas hiperinflacionarias», señala.
Jörg Krämer, economista jefe de Commerzbank, señala en una nota que se produce una equivocación importante al confiar en exceso en el buen hacer de los gobiernos.
«Si un estado puede obtener financiación ilimitada de su banco central, no sólo reparará carreteras y escuelas. Los partidos políticos descubrirán nuevos campos de acción para atraer a los votantes: construcción de vivienda, energía más barata… El estado asumirá cada vez más tareas y terminará siendo menos productivo. En última instancia, la oferta de bienes y servicios disminuirá».
Este economista alemán argumenta «mucho más dinero acabaría persiguiendo a una cantidad menor de bienes, por lo que la inflación subiría antes o después. Esto despoja a la gente de sus ahorros y daña su confianza en el estado».
No obstante, este experto rompe una lanza en favor de la TMM pero solo para momentos muy concretos.