Siguiendo la saga, “se acata, pero no se cumple”

Siguiendo la saga, “se acata, pero no se cumple”

Narra la crónica de la época, que los reyes católicos, socios importantes de la  empresa, cuando pretendían controlar los abusos  y desafueros del poder y la riqueza contra sus “nuevos vasallos”, emitían alguna  orden monárquica piadosa que al tiempo de ser colocada  sobre la testa, ligeramente inclinada, en señal de sumisión era acompañada de esa terrible frase farisaica: “se acata, pero no se cumple” si  conspiraba  contra sus innobles intereses. 

Esa  lección, no aprendida, de soberbia y desvergüenza, serviría de excusa para explotar y diezmar a nuestros aborígenes que  recibieron a sus exterminadores con el corazón abierto tan pronto pisaron la isla recién descubierta, poblada por hermosas e ingenuas criaturas, que  vivían en  paz, sin guerras entre ellos, pacíficamente, bajo un régimen comunitario que aquella  frase pérfida  de desobediencia  e irrespeto a la ley,  generadora de fatales consecuencias,   devendría ser un signo fatal que todavía hoy, a más de 500 años, padecemos.

Liberada del dominio impuesto por el intruso vecino y de tantas otras vicisitudes que ponían en duda nuestro destino histórico, fue proclamada nuestra primera Constitución un  6 de noviembre del 1844, inspirada en las más avanzadas de la época,  Cádiz del 1812,  Francia,  1789,  Norteamericana,  1776,  cuando el “inconsulto caudillo” irrumpiendo la Asamblea Constituyente  arteramente impuso su nefasto artículo 210, “a verdad sabida y buena fe guardada”, (“se acata, pero no se cumple” ) que serviría de ariete destructor de los sueños libertarios de Duarte y los trinitarios, dando origen a la persecución y condenando a muerte, como traidores, a los verdaderos forjadores y adalides de la Patria.

Pueblo desgraciado, contadas sus virtudes, cargado de miserias ancestrales,  víctima  de un sistema opresivo de explotación y marginalidad,  aupado  por una clase gobernante insensible, por caudillos, dictadores  y gobernantes inescrupulosos, el insulso y monótono “chillido del grillo” ha terminado  acallando el bello canto del ruiseñor. Las asonadas militares, las  revueltas montoneras, los golpes de Estado y  las reformas constitucionales acomodadas  a mezquinos intereses partidarios, han sembrado el escepticismo y la indolencia en una sociedad decadente frente al desorden y descrédito de  instituciones y gobernantes que deberían servir de ejemplo para combatir los males que la abaten.

Esta sociedad de nuevo cuño, que no alcanza a vislumbrar su futuro, apuesta a lo inmediato, y encuentra  sus apologistas en el oportunismo que ofrece las mieles del poder, la riqueza fácil. Muchos de los quejosos que ven con asombro cómo la Nueva Constitución (sic) es violentada para favorecer a sus hacedores, callaron y se plegaron  rindiendo  sus convicciones democráticas. Aplaudieron que fuera la Asamblea Nacional “revisora”(¿?) compuesta por la partidocracia gobernante (y no la Constituyente) la que conociera, aprobara y proclamara una Constitución que,  nacida espuria, enajenaba al pueblo el  derecho natural e inajenable de darse o modificar su propia Constitución. Hoy cosechamos sus magros y predecibles frutos. El afianzamiento de autoritarismo, el abuso de poder, la ruptura del equilibrio institucional de los poderes del Estado, concentrados en una sola persona. “Si el poder corrompe, el mucho poder corrompe más.”  Prohijado como una verdadera “revolución democrática”, el nuevo texto constitucional seguirá la saga del mandamás: “se acata, pero no se cumple.”   

Publicaciones Relacionadas

Más leídas