Silencio en la barca

Silencio en la barca

SERGIO SARITA VALDEZ
Un día del amor, 14 de febrero de 1933, bajo las inspiradas letras de Alfredo Le Pera y Horacio Pettorossi, con la musicalización de este último y vocalización del inmortal Carlos Gardel, se escucharon por todo Buenos Aires y trascendieron a través del mundo estos hermosos versos a ritmo de tango: Silencio en la noche /Ya todo está en calma /El músculo duerme /La ambición descansa /Meciendo una cuna, /una madre canta /un canto querido /que llega hasta el alma, /porque en esa cuna, /está su esperanza. Un clarín se oye. /Peligra la Patria. / Y al grito de guerra /los hombres se matan /cubriendo de sangre /los campos de Francia.

En esta media isla, sumergida entre las cálidas y tormentosas aguas del Mar Caribe surge en la primavera de 2006, cual mariposa que brota de una prolongada metamorfosis, La barca del silencio, historia novelada nacida de la pluma de unos de nuestros Quijotes modernos, Rafael Menoscal Reynoso. Un libro dotado de la embrujadora capacidad de retrotraernos a la década de los 70 del siglo XX con el implícito objetivo de ayudarnos a refrescar la memoria, a fin de que no seamos pasivos testigos de la tergiversación del pasado, en donde algunos mal intencionados pretenden hacer del verdugo a un héroe y de las victimas un grupo de vulgares delincuentes.

Recordemos los 31 años de cruenta tiranía trujillista que sumieron al pueblo dominicano en la más absoluta miseria y cómo el Consejo de Estado que le sustituyó se convirtió en la maquinaria corrupta que repartió a su antojo las poderosas empresas heredadas de la dictadura. No fue sino hasta el 27 de febrero de 1963 cuando el pueblo colocó en el solio presidencial, mediante el libérrimo voto democrático, a Juan Bosch, hombre honesto a carta cabal, fiel intérprete de las aspiraciones populares y quien concluyera su discurso inaugural con esta lapidaria expresión: “Mientras nosotros gobernemos, en la República Dominicana no perecerá la libertad”.

Un golpe de Estado a escasos siete meses de gobierno vino a tronchar los anhelos de paz y de progreso, lo cual fue seguido en abril de 1965 de la revolución constitucionalista que trataba de restaurar el gobierno democráticamente elegido en diciembre de 1962. Ello condujo a la segunda intervención militar norteamericana que impuso como gobernante, tras unas elecciones amañadas, a Joaquín Balaguer, autócrata de estirpe neotrujillista. Toda una pléyade de hombres y mujeres soñadores perdieron la vida en el tenebroso y dolorosamente recordado período de los doce años.

La comprometida narrativa de Menoscal se inserta precisamente en la segunda gestión de gobierno balaguerista 1970-1974. La famosa banda dirigida por los llamados incontrolables sembró el terror y el luto en muchos barrios de nuestra urbe capitalina, así como en otros pueblos del interior. Como novela que es, el autor llama al país Créstonen y al presidente Nicolaj Regalado. Dibuja al gobernante como “de un carácter indomable, su herencia política le patentiza como estandarte de un régimen dictatorial, y siempre atribuye las muertes ocurridas durante su gobierno a gente que las autoridades no pueden controlar. Acusa a sus oponentes de promover el caos antes que contribuir con el desarrollo nacional”.

En otro capítulo de la novela se lee: “Viendo el derrotero del país y especialmente los sectores marginados, doña Fidelia reúne a sus hijos e invita a Epifanio y a Tomás Javier a almorzar en su casa. No es un asunto de miedo ni mucho menos de atemorizarlos, expone la madre, pero no debemos pasar por inadvertidos los problemas que están ocurriendo en el ámbito político, en donde cada vez hay más inseguridad y el clima de violencia se

acrecienta. Les pido que anden con mucha cautela, que traten de no salir a las calles de noche y si lo hacen que sea con la mayor precaución posible y no a solas”.

En otra parte de la obra, una de las protagonistas llamada Gioconda reflexiona de la manera siguiente: “Para actuar en política hay que tener una claridad meridiana del mundo en que vivimos, la sociedad que buscamos transformar y los mecanismos que nos permiten organizarnos para lograr esa transformación”. Tomás Javier expone:

 “Si el compromiso que tenemos es de política, entiendo que estamos en el deber de profundizar en estos temas, en el conocimiento de la vida misma, de los seres humanos, de la naturaleza del mundo en que vivimos, para plantear alternativas concretas para la transformación de la sociedad, a fin de que el pueblo crestoniano tenga un mejor calidad de vida y construyamos un sistema equilibrado y más justo”.

A raíz del vil asesinato de un joven revolucionario, el presidente elabora un discurso en el que cínicamente expresa: “Reconocemos que la vida es lo más preciado que tienen los seres humanos y cada ciudadano debe velar por ella. Nuestro gobierno lamenta los acontecimientos ocurridos en el día de hoy y para que investigue los incidentes en que fue baleado mortalmente el joven Enver Chiang y otros ciudadanos en el transcurso de las protestas, estamos creando una comisión especial, la cual está investida de la autoridad necesaria para plantear las sanciones debidas, en caso de que se determine algún nivel de exceso por parte de los cuerpos militares”.

De nuestra parte les recomiendo la lectura de esta novela de corta historia, juiciosamente elaborada por Rafael Menoscal hasta dejar sin juicio a Tomás Javier. Mientras tanto, permítaseme concluir con mi tango favorito del 33:

Hoy todo ha pasado. / Renacen las plantas. Un himno a la vida/ los arados cantan. /Y la viejecita de canas muy blancas/ se quedó muy sola, /con cinco medallas /que por cinco héroes /la premió la patria. / Un coro lejano /de madres que cantan / mecen en sus cunas, / nuevas esperanzas. / Silencio en la noche. /Silencio en las almas…

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