Simbología balaguerista

Simbología balaguerista

PEDRO GIL ITURBIDES
El 14 de agosto de 1996, el general Luis M. Pérez Bello llamó al Dr. José Joaquín Puello Herrera.

– Doctor, le preguntó, ¿podría usted presentarse al mediodía a los predios de la preventiva del Ensanche La Fe? ¡El Presidente Balaguer quiere verlo!

La extraña cita no perturbó o amilanó al reconocido galeno y deportista, quien poco después de las doce meridiano se acercaba a las abandonadas estructuras. Sustituida por la penitenciaría de Najayo, la vieja cárcel lucía en ruinas, y la fase de prevención en los procesos criminales se cumplía en otros lugares menos avasallantes. Sobre éste corrían fantasmas, y sin decírselo a nadie, el Presidente Balaguer, en las horas finales de su último mandato, quería conjurarlos.

Cuando maniobraba en su vehículo para trasponer la verja de concreto, alcanzó a ver un vehículo negro. Junto al mismo divisó al general Pérez Bello, y a su lado a Rafael Bello Andino. Al acercarse a ambos, junto a un costado del vehículo presidencial cuya puerta trasera derecha permanecía abierta, vió las piernas del mandatario. La entrevista, breve y cuajada de misterio, no pudo dejarlo menos impresionado.

– Le pedí que viniera, le dijo el Dr. Balaguer, porque quiero entregarle este cheque como avance para la remodelación de estas edificaciones. Quiero que se conviertan en una especie de villa olímpica, un hotel de paso para luminarias del deporte aficionado, sede de eventos, y hospedaje ocasional para atletas de alto rendimiento. Le he hablado de ello al Dr. Leonel Fernández y él ayudará al Comité Olímpico Dominicano a terminar la obra.

Tan sorprendido como se hallaba al recibir la llamada, o luego al ver al grupo, quedaba ahora el Dr. Puello Herrera, con un cheque de la Tesorería Nacional en sus manos. No pudo explicarse aquella magia sino un tiempo después cuando, escuchándonos relatar un encuentro nuestro con el Presidente Balaguer, puso término al enigma. A propósito de algunas declaraciones atribuidas al mandatario, en relación con el juicio por desfalco al Estado Dominicano contra el Presidente Salvador Jorge Blanco y compartes, lo habíamos visitado. Su pronunciamiento había removido emociones en funcionarios que lo acompañaron en aquella jornada, y, por razones de justicia, acudí a su casa a reclamarle.

Me aclaró que no había hecho el pronunciamiento que se le atribuía, y comentando los acontecimientos de aquella época, señaló que esperaba que el juicio fuera ejemplo para la Nación. Tenía el propósito, además, de convertir los lugares que sirvieron para castigo de tanto desafuero contra el erario público, en lugar para el desarrollo de una juventud sana y ejemplar. A pocas horas de la entrega del poder, llamaba a quien entendía estaba en capacidad de albergar este sueño. Con la entrevista y la entrega del cheque puso en marcha ese objetivo que, a lo mejor, resultó de un juicio al desgaire en una conversación ocasional.

¿Qué inducía a Balaguer a acometer determinadas obras de infraestructura social? Poco antes de iniciar su mandato de tres períodos consecutivos en 1966, citó al Ing. José Miguel Mondesí y al Arq. Rafael Tomás Hernández.

Deseaba poner en marcha programas diseñados y no cumplidos en 1961, pero, sobre todo, quería emprender un programa de construcciones de viviendas.

Durante su ausencia, y a lo largo del año de su retorno hasta alcanzar el triunfo, había advertido un ansia popular enorme por lograr techo para las familias. De la cooperación comedida y honesta de estos hombres, surgieron proyectos que enriquecieron la urbanización y el ornato de pueblos y ciudades.

Cuando edificó Los Jardines del Norte comentaría a mi hermano Antonio que esta urbanización buscaba la convivencia de dominicanos de diversas clases sociales. De ahí que construyese en el área viviendas unifamiliares modestas, apartamentos de mayor vistosidad, y viviendas de relativo alto valor. Unió, sin mezclarlos, a dominicanos de varios estadios sociales y económicos, mientras el país veía florecer obras diversas por doquier. Por cierto que ese ambiente se ha deteriorado hace tiempo, como la vida misma de toda la Nación.

Con la mayor parte de las obras buscaba resolver problemas individuales y sociales, pese a la mofa de quienes hablaban de que sembraba varillas y cemento. Y con el paso de los años, pese a que se han acometido obras de gran relumbrón, no se ha podido seguir esta simbología del balaguerismo. Por ejemplo, a casi diez años de aquella cita misteriosa al Dr. Puello Herrera, todavía el albergue olímpico no se ha terminado. Y han pasado dos gobiernos y buena parte de otro.

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