POR ALEXIS MÉNDEZ
Ramón Orlando Valoy y Enrique, Papo, Lucca llevan consigo alguna similitud que en estos días me ha dado por deducir, y que hoy quiero compartir contigo. Debo empezar confesándote la admiración que siento por los dos, que nunca se las he expresado y que hoy he de plasmar en esta válvula que lleva por nombre columna.
Con Ramón he tenido encuentros breves y enteramente profesionales, como aquellos cuando yo trabajaba para Kubaney y él producía para esta compañía el disco que posteriormente diera a conocer al salsero Sexappeal, o como cuando visitaba las oficinas de esta disquera, en la avenida México, en busca de las liquidaciones que les correspondían por derecho de autor.
Recuerdo el día que patenticé mi convicción, que lo ubica como el más talentoso músico de merengue de los últimos años. Quedé impresionado cuando me pidió que le pusiera, por teléfono, el tema Tiburón de Sandy Reyes, para transcribir el arreglo y poder acompañar a este cantante en una presentación en Nueva York. Lo más sorprendente es que solo tuve que poner el CD una sola vez.
A Papo solo lo he visto una ocasión. Este actuaba junto a Pete Conde Rodríguez en un bar de Manhatan. Interpretaban, a piano y voz, el repertorio de boleros que para ese fecha, 1992, Luis Miguel había rescatado. Allí pude hablar con él pocos segundos. Apenas pude decirle que me fascinaba la versión que su orquesta había hecho de Canción, la canción de Nicolás Guillén que musicalizó y popularizó Pablo Milanés.
Desde pequeño vengo poniendo atención al color musical de la Sonora Ponceña de Papo Lucca. De niño sentía acordes que la sacaban del montón, sin que su propuesta dejara de ser salsa brava. Los primeros temas que escuché de esta agrupación fueron los que componen el álbum La Orquesta de mi tierra. Recuerdo que mi tío Wilfredo repetía y repetía, y volvía a poner, el corte Madrugando que Yolanda Rivera interpreta a la perfección, y donde Papo demuestra ser, entre arreglistas, el mejor. Mi tío, otra vez mi tío, me decía: Niño, oye esto pa´que aprendas lo que es música.
Ambos pianistas han tenido carreras dirigidas, en principio por sus padres. Ramón desde muy joven, militó en las agrupaciones de su progenitor. Primero en Los ahijados como bongosero, luego como pianista en Los virtuosos, que luego pasó a llamarse La tribu. De igual manera, Papo se integró a la sonora ponceña años después de ser fundada por Don Quique.
Tanto Cuco Valoy como Quique Lucca exigían a sus hijos no descuidar los estudios musicales por estar amenizando fiestas. Cuando estos advirtieron que Ramón y Papo tenían suficientes conocimientos musicales, los premiaron dándoles la dirección de la Tribu y de la Sonora Ponceña respectivamente.
Ramón es respetado entre merengueros, ha trabajado en producciones de otros colegas, como Juan Luis Guerra. Las grandes figuras de la salsa se quitan el sombrero frente a Papo. En los 70 y 80 fue el pianista preferido de Johnny Pacheco para hacer sus grabaciones. Ambos han sobrepasado el radio musical que los dio a conocer. Ramón se ha desempeñado con éxito en la salsa, el son y en ocasiones se ha presentado como concertista. Papo ha tenido que alternar la salsa con el jazz, el bolero y en ocasiones se ha atrevido a incursionar en el merengue. El calificativo Maestro sustituye sus nombres con frecuencia.
Las historias de estos genios de la música popular se desarrolla por separado, en una misma área, el Caribe; en un mismo tramo de la historia, finales del siglo XX.
No quiero terminar sin mencionarte que Celia Cruz, en algún momento, también quedó admirada por ambos. Se le ha escuchado en varias grabaciones decir: ¡Papo Lucca otra vez! La reina repetía esta frase sorprendida por la insistencia de Pacheco para que Papo toque el piano en todo lo que producía, y sobre todo con los solos que este ejecutaba. Esto llevó a Celia a grabar, en 1979, el disco La Ceiba y la ciguaraya junto a la Sonora Ponceña, en un disco que ella definió como único.
Por otro lado, en una ocasión, la guarachera tuvo que ser acompañada por La tribu en Houston. Esta quedó enamorada de la capacidad de Ramón, y no paró de hablar de Ese muchachito talentoso. Finalmente lo bautizó como Tchaikovsky Valoy.