Simple corrupción

Simple corrupción

El mundo se horroriza de las informaciones que trascienden desde México con relación a la criminalidad bestial que golpea a su población. América Latina mira con preocupación la situación que atraviesa ese pueblo siempre tan querido en el continente. Indudablemente, su situación particular de tener una kilométrica frontera terrestre con el principal mercado mundial de la droga contribuye a que resulte tan atractivo para los cárteles internacionales de la droga lo cual es reforzado como causa, pero también como efecto, por el hecho de ser escenario de un síndrome corruptor que lo genera y también lo propicia.

Es lógico, para las organizaciones criminales la corrupción es como el verano para las aves migratorias. Mientras más corrupción e impunidad para los corruptos, mejores condiciones para desarrollar sus actividades criminales. Donde puedan aparecer  funcionarios, políticos y empresarios comprables y, a la vez, coincida – nunca va a ser casualidad – con un sistema legal endeble y vulnerable; ahí va a ser atraído, como el hierro al imán, el narcotraficante y el criminal en general.

La corrupción atenta contra la seguridad. Ahí está el caso de México, donde un reciente cable circulado señalaba que “la corrupción y ambición de algunos funcionarios les ha puesto una venda que les impide entender el riesgo para el país y su población”. Uno de los problemas más graves que se afrontan en la actual coyuntura es el contrabando de armas a través de la frontera. Sí, proceden de los EE. UU., donde se adquieren con facilidad y deberían ejercer mayor control sobre las mismas, pero traspasan los controles aduaneros mexicanos por un problema de “simple corrupción” que genera miles de muertes. 

Cuando las autoridades son débiles y permisivas sobre actividades de lavado de dinero, se abren canales incontrolables que llegan a las esferas políticas y los narcotraficantes se convierten, cuando menos, en entes influyentes en la política nacional, cuando no ellos mismos en políticos. Sino, échese una ojeada al mundo que nos circunda. Cuando algunos delincuentes no pueden ser debidamente enjuiciados o son liberados arbitrariamente, solo es un problema de “simple corrupción”.

Cuando los controles migratorios son burlados, no solo por inmigrantes que buscan sobrevivir, sino por quienes pretenden legitimidad en su identidad para poder delinquir, vulnerando controles y pesquisas, no hay que alarmarse, es solo un problema de “simple corrupción”. Mientras más desorganizado y falto de institucionalidad un Estado – lo cual implica el no respeto a las leyes, la ausencia de las mismas o la concurrencia de  legislaciones “mal confeccionadas”, más se nos acerca el crimen organizado. No nos engañemos, mientras más cerca tengamos a los representantes del crimen organizado, más se nos enciman posibles terroristas. En tanto en México se tenga éxito en el enfrentamiento a los cárteles, estos buscarán escenarios lo suficientemente corruptos para trasladarse hacia ellos, amenazando la seguridad del país.

Viene a mi mente la frase con la que termina cada domingo su homilía el buen padre Gerardo en la Iglesia Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote: “el que tenga oídos para oír que oiga”.

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