Simplificación lamentable

Simplificación lamentable

Reducir las denuncias de corrupción provenientes de sectores diversos a los términos de campaña mediática impulsada por proyectos políticos es una forma lamentable de responder a las aspiraciones  de la sociedad para que el manejo de los intereses del Estado se haga de la manera más transparente y pulcra. No es que se descarte que proyectos políticos,  por cierto, legitimados por la democracia, utilicen en sus campañas el elemento de la corrupción para promover sus fórmulas. Se trata de que las denuncias de corrupción  también las han formulado funcionarios del propio Gobierno, y entidades no partidistas como las iglesias y grupos cívicos sin hacha que afilar contra un Gobierno en particular, así como reputados organismos internacionales.

También  ha sido desafortunado que se pretenda, bajo el argumento de que  la ley no castiga el nepotismo,  eximir  esta práctica de su carácter ofensivo contra la ética. La vida de las sociedades no se rige exclusivamente en base a lo legal, sino también y fundamentalmente a partir de valores y principios que marcan fronteras muy claras entre lo  plausible  y lo censurable. Las denuncias de corrupción no son exclusivas de proyectos políticos y dudamos que en todos los casos correspondan al interés de desacreditar adversarios. Es lamentable que se responda  simplificándolas a una mera campaña mediática.

Exportación de cerebros y atraso

Los estados que no se preocupan por crear  oportunidades para emplear la capacidad de su gente, están condenados  a exportar cerebros y hundirse en el atraso. Eso nos ocurre como Estado. Una porción escandalosa de nuestra gente técnicamente bien preparada emigra por falta de oportunidades. Otra proporción bien alta de los dominicanos que estudian en el exterior y regresan al país no encuentran plazas de trabajo.

El resultado, a fin de cuentas, es que exportamos los cerebros que formamos aquí -muchos de ellos muy buenos y capaces- y virtualmente deportamos los que se forman fuera y regresan, lo que nos condena a seguir  en el atraso. La formación de cerebros debe tener como finalidad aprovechar su capacidad para impulsar la nación, para ponerla en capacidad de transformar y vender en el mercado internacional lo que ahora vendemos como materia prima. Una nación es grande en la medida en que sabe qué hacer con los recursos que tiene.

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