No sé lo que opinen bomberos, policías, agentes de la DNCD o rescatistas de la Defensa Civil, pero al día de hoy en la República Dominicana no hay una profesión más peligrosa que la de taxista, chofer de minibús o de vehículos pesados, pues la desbordada delincuencia los ha convertido en uno de sus blancos favoritos. Lo ocurrido en San Pedro de Macorís, donde fueron encontrados los cadáveres de tres choferes asesinados por una banda que los torturó y arrojó vivos, con una funda plástica en la cabeza, a una profunda fosa para despojarlos de los autobuses en los que se ganaban el sustento es tan solo una muestra de los peligros a los que se exponen. Porque lo cierto es que en los últimos diez años federaciones del transporte y dirigentes de sindicatos han denunciado la desaparición de decenas de sus miembros, de los cuales aún se mantienen desaparecidos trece taxistas de Santiago, uno de Gaspar Hernández, y dos camioneros de Cotuí y Villa Mella. También se quejan, esos dirigentes del transporte, de que la Policía no pone todo su empeño en atender sus reiteradas denuncias de asaltos, asesinatos y desapariciones, por lo que piden que en esta ocasión, y a propósito del apresamiento de los “verdugos de la fosa”, se amplíen las investigaciones para determinar si tienen ramificaciones en otros puntos del país o si se trata de la misma banda que ha matado a choferes de taxis, del transporte de pasajeros y de carga en Mao, Puerto Plata, La Vega, San Francisco de Macorís, la Capital y la región Sur. Sé que da grima pensar tan solo en esa posibilidad, pero después de lo que hemos visto no se puede descartar absolutamente nada. Por eso digo que las autoridades están en la obligación de no dejar ni un solo cabo suelto en procura de resolver este caso, como también lo están de establecer de qué manera, y con la complicidad de quién, fueron pasados hacia Haití el 80% de los vehículos de los que fueron despojados esos choferes.