Sin confianza no hay democracia

Sin confianza no hay democracia

ROSARIO ESPINAL
La confianza interpersonal e institucional es un componente esencial de la vida democrática. Confiar en otras personas y en las instituciones genera certeza, tranquilidad y satisfacción, facilita el diálogo, la cooperación y la gestión social.

La confianza es un ingrediente esencial para crear capital social, recursos simbólicos y materiales que las personas derivan de las redes de apoyo a que pertenecen. El capital social permite obtener con mayor facilidad beneficios personales y colectivos en distintos ámbitos de la vida humana.

La confianza facilita también el funcionamiento de la política y la economía. El argumento se remonta a Alexis de Tocqueville en el siglo XIX, pero en años recientes ha sido rescatado por las ciencias sociales para explicar algunos problemas de la democracia contemporánea.

Robert Putnam habla del círculo virtuoso que emana de la confianza interpersonal y plantea que existe una relación positiva entre confianza interpersonal, compromiso cívico, vida asociativa, buen gobierno y confianza institucional.

Es decir, a mayor confianza interpersonal, mayor compromiso cívico, mayor participación en organizaciones sociales, mayor incidencia de la ciudadanía en la gestión gubernamental, mejor funcionamiento del gobierno y mayor confianza institucional.

También sabemos que las sociedades con mayor nivel de desarrollo socioeconómico e igualdad registran mayor confianza interpersonal.

Por ejemplo, los porcentajes de confianza interpersonal en Europa Nórdica, región con un alto nivel de desarrollo e igualdad social, son mayores que en América Latina donde predomina la pobreza y una gran desigualdad socioeconómica.

Cuando a los europeos nórdicos se les pregunta en las encuestas si confían en la mayoría de las personas, más del 60% responde afirmativamente, mientras que en América Latina el promedio es menos del 20%.

Las teorías sicológicas o culturalistas indican que la confianza interpersonal es un atributo de la personalidad o de valores arraigados que se aprenden a temprana edad, se sostiene en el tiempo y son difíciles de modificar.

Las teorías sociales, por el contrario, plantean que la confianza no emana intrínsecamente de las personas o de una cultura estática, sino de instituciones sociales que promueven  actitudes que conducen a mayor o menor confianza. Desde esta perspectiva, la confianza interpersonal e institucional es producto de la construcción social y puede aumentar o disminuir mediante la acción social.

En República Dominicana no existen datos empíricos acumulados a través del tiempo para saber si los niveles de confianza interpersonal han aumentado o disminuido. Pero las encuestas Latinobarómetro y Demos hicieron preguntas de confianza interpersonal en el 2004 y sus resultados merecen consideración.

Latinobarómetro registró para República Dominicana un bajo nivel de confianza interpersonal. Sólo un 13% de los dominicanos encuestados dijo que se puede confiar en la mayoría de las personas, comparado con un 15% de promedio latinoamericano.

La encuesta Demos registró que el 68% de los encuestados piensa que la mayoría de la gente se aprovecharía de ellos si tuviese la oportunidad de hacerlo. La desconfianza interpersonal es aún mayor entre la gente joven.

Confiar en la mayoría de las personas significa asumir que aún aquellas que no conocemos directamente actuarán de acuerdo a valores cívicos que facilitan el bien común. 

Desconfiar significa asumir que los demás están prestos a causar daño. Esto lo suponen muchos dominicanos cuando dicen en las encuestas que no confían en la mayoría de las personas, o que la mayoría se aprovecharía de ellos si tuvieran la oportunidad de hacerlo.

En República Dominicana la desconfianza es extensa. No se limita al plano interpersonal, sino que también abarca la gama de instituciones públicas: el congreso, la justicia, la presidencia, los gobiernos municipales, los militares, la policía y los partidos políticos.

En esta telaraña de desconfianza interpersonal e institucional es muy difícil forjar organizaciones sociales fuertes, capaces de incidir en el gobierno para mejorar el funcionamiento de las instituciones públicas, lo que redundaría en mayor confianza.

Cuando la desconfianza invade el sistema social, de poco sirven las nuevas leyes como el Código Procesal Penal si no se aplican adecuadamente, ni los nuevos programas sociales o de seguridad ciudadana como Barrio Seguro, si se limitan a realizar cambios cosméticos que no mejoran significativamente el nivel de vida de la población.

En sociedades con bajo nivel de confianza interpersonal e institucional coexisten y persisten problemas como el escaso respeto a la ley, la corrupción, el delito público y privado, el mal funcionamiento de las instituciones y la escasa cooperación entre los actores políticos en favor del bien común.

En este contexto social, la gente se siente desprotegida y con poca motivación para forjar una cultura cívica de solidaridad.

Para construir la democracia es fundamental aumentar los niveles de confianza interpersonal e institucional. Dos condiciones necesarias para lograrlo son que la clase dirigente pública y privada se proponga mejorar el funcionamiento de las instituciones y que la ciudadanía tenga mayor incidencia en la gestión gubernamental. 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas