Sin derecho a revancha

Sin derecho a revancha

HAMLET HERMANN
La charada china se introdujo en Cuba en mayo de 1873 cuando se constituyó la primera banca de apuestas. En ésta, los números se identifican con los 36 signos de la dinastía Ming. Con este mecanismo, los cubanos apostaban clandestinamente a «la bolita» o a la lotería. Basados en una equivalencia de números y animales es que ese pueblo siempre ha designado a Fidel como: El Caballo, vale decir, el número uno.

Dice un amigo cubano: «Fidel siempre está tres pasos delante de sus enemigos. Aunque sumamente crueles, los gringos son demasiado previsibles, abusivamente mediocres en política. Hoy, se lamen las heridas porque El Caballo ha vuelto a joderlos. Como cuando éramos muchachos: se va y no juega más y los deja de perdedores sin derecho a revancha. Se van a llorar al parque, dicen los cubanos. La marcha sigue y, como dijo Juan Almeida en Alegría del Pío: ¡Aquí no se rinde nadie!»

Para la mentalidad colonial de Estados Unidos y de la Unión Europea los dirigentes como Fidel Castro sólo debían abandonar el poder dentro de un traje de madera o bajo un golpe militar. Sin embargo, Fidel ha entendido el momento histórico y afianza su legado retirándose en sus propios términos, ayudando a conducir un proceso suave. El líder revolucionario ha vivido lo suficiente como para ver la institucionalización de la revolución y, también, para llevar a cabo el tránsito pacífico del poder a una nueva generación. Ya en el extenso diálogo con Ignacio Ramonet, publicado en formato de libro, describía la necesidad de echarse a un lado y permitir que otra generación ocupara su lugar. Que Bush y los apátridas no hubieran leído este libro sólo puede culparse a su ignorancia. Y por ignorantes es que sus declaraciones destilan tanto sabor colonial al evidenciar su incapacidad de aceptar la realidad de una Cuba soberana e independiente.

La decisión de Fidel de no aceptar la postulación máxima en la Asamblea Nacional es el resultado de una reflexión larga y profunda que, bajo ningún concepto, alterará la continuidad de un proceso hondamente arraigado en el seno de la sociedad cubana. El futuro es de Cuba, de los cubanos y de nadie más. No hubo sorpresa en la declaración de Fidel. Los cubanos esperaban desde hace mucho que declinara la postulación. Fidel se ha ido del gobierno en sus propios términos desbrozando el camino para que toda la actividad se enfocara en elegir a los máximos dirigentes del Estado cubano.

A pesar de los deseos de sus enemigos, Fidel no está muriendo ahora. Está simplemente cambiando el título oficial de Comandante en Jefe por el de Reflexionador en Jefe. Con su pluma en ristre seguirá siendo un soldado en la batalla de las ideas. La política internacional ha cambiado en mucho gracias a la gesta cubana desde 1959 hasta ahora. El criminal bloqueo, universalmente repudiado, hace agua ante la solidaridad comprometida de un número creciente de pueblos del mundo, particularmente del área latinoamericana y caribeña. Y Fidel estará ahí para orientar con su experiencia y con su prestigio.

Durante los cincuenta años transcurridos desde la fuga de Batista hacia los brazos de Trujillo, la dignidad ha sido el real soporte de la resistencia cubana, sometida al furioso ataque de la nación más poderosa del mundo. En su ominoso afán de hegemonía, el imperio ha pretendido doblegar al pueblo cubano por la vía del hambre, mediante el más prolongado bloqueo que se haya registrado en la historia. Pero todo ha sido en vano. Diez Presidentes de Estados Unidos no han podido doblegar la dignidad del pueblo cubano. Ninguno de ellos imaginó siquiera el digno retiro, voluntario y pacífico de Fidel Castro en el contexto de un proceso institucional. El gazapo se explica por el empecinamiento en ignorar la solidez y estabilidad políticas del régimen cubano, así como por la torpeza de confundir a las instituciones con la persona que detenta su máxima conducción.

Una vez más, Fidel ha estado tres pasos delante de sus previsibles enemigos. El Caballo seguirá siendo el número uno en la charada china y en la Revolución continental. Se retira cuando quiere, sin darles oportunidad de revancha a los que hoy, impotentes, se lamen las heridas.

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