Sin desmayo

Sin desmayo

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
En política se actúa entre la realidad y el sueño. La realidad es que Martin Lutero King fue asesinado en Tennesse y el sueño era, y es, la integración de la sociedad sin exclusiones inmorales y con respeto a los derechos de todos.

¿Cuál fue el precio que se pagó para que hoy se celebre el día de Martin Lutero King? La muerte del soñador.

Por ello el reverendo Ralph Abernathy dijo, ante la tumba de King a la hora del entierro del grande hombre: “podrán matar el soñador, pero nunca podrán matar el sueño”.

El sueño de mi generación ha sido la conquista de la libertad, la defensa permanente de la soberanía nacional, la imposición de la democracia, que se respeten los derechos de los gobernados, que la autoridad se ciña al cumplimiento de la Constitución y las leyes, que los gobernados cumplan con sus deberes que la administración de las leyes sea tal, que nadie esté por encima de ellas y que todos podamos confiar en la fortaleza, independencia y sabiduría de los jueces de los distintos niveles.

Muchos miembros de mi generación se sienten frustrados ante los resultados arrojados por décadas de lucha en pos de principios, postulados, aspiraciones, deseos, sueños.

Tal parece como si algunos, o muchos, pensaron hace cuatro o cinco décadas, que una sociedad cambia de la noche a la mañana. Tal  parece como si algunos, o muchos, desconocieran que las costumbres que conforman la cultura de un pueblo se establecen con el paso de muchos años.

Siglos de explotación, siglos de negación de las libertades, prácticas corruptas y negadoras de los derechos de los pueblos, producen efecto en la mayoría que, en muchos casos, resiste cualquier cambio por temor a lo desconocido.

Los grandes cambios sólo son impuestos. Y la imposición de los grandes cambios, de los saltos sociales y políticos tendrá que ser el fruto de gobiernos de fuerza, impuestos por una dictadura, o una tiranía.

Es imposible predecir el porvenir, especialmente en política, cuando la construcción del futuro no ha sido prevista.

El futuro se puede construir siempre que se tenga un plan que se lleve a cabo sin desmayos, sin vacaciones.

A mi generación le ocurrió lo que a muchas otras en la historia de la humanidad: no nos creímos capaces, no tuvimos los arrestos para unirnos monolíticamente.

Permitimos que los viejos truchimanes de la politiquería nos dividieran, captaran nuestras voluntades y nos condujeran al matadero político donde ellos eran los únicos ganadores como defensores y sustentadores del statu quo.

Mientras hablábamos con un lenguaje de cambio no fuimos capaces de imponerlos porque teníamos la soga a rastro del narigón que nos impusieron los viejos.

Mi generación actuó como en las tribus de la antigüedad en las cuales los viejos dictaban el estilo de vida, las leyes y las sanciones, sin dejar resquicio, para que el poder no se les fuera de las manos. A nosotros nos tocó poner los presos, lo exiliados, los muertos. A ellos les tocó el poder, para continuar haciendo y enseñando diabluras que algunos, como que no son los mejores, imitan.

Hemos contribuido a cambios importantes, aunque no estemos satisfechos porque no sean tan profundos como se necesitan.

La vida debe ser una constante lucha por la mejoría de todos.

Lo importantes, para mi generación es que sabemos qué queremos, lo que hemos logrado y lo que falta por lograr. Tenemos un camino recorrido. No debemos desmayar.

Camilo Torres lo dijo con toda claridad: “la lucha es larga, comencemos ya”.

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