Sin duda la gente tiene miedo

Sin duda la gente tiene miedo

Un buen ejercicio sería establecer si hay un vínculo entre el auge de la delincuencia y el notable progreso de la oferta  de servicios privados de protección armada, adiestramiento en defensa personal y artes marciales, tiro con armas de fuego y adquisición de armas por parte de civiles, así como otras prácticas de seguridad. También correspondería a este ensayo medir el crecimiento de las agencias de vigilancia o “watchman” y la notable mejora en la calidad de estos servicios. Sin duda que hay una relación muy estrecha entre el progreso de las firmas que ofrecen  esos servicios privados y la percepción de inseguridad que tiene la gente.

Las empresas privadas que ofrecen servicios de seguridad, protección y vigilancia son entidades idóneas que han alcanzado gran prestigio en nuestro país. Es poco  frecuente que estas firmas o su personal se vean involucradas en problemas o reclamaciones de clientes u otros sectores de la sociedad. Se han constituido en un complemento necesario para cubrir la deficiencia de la protección que el Estado tiene que ofrecer a los ciudadanos. Quienes no pueden contratar estos servicios privados recurren a otras fórmulas, sea de protección o de previsión para evitar ser víctimas de asaltantes y atracadores. Sin duda hay un país que está dominado por el miedo por la insuficiencia de la protección que paga a través de los impuestos.

Cero violencia en la pelota

Las reacciones violentas no deben caber en los estadios de béisbol, aún cuando se reconoce que la rivalidad entre equipos suele encender las pasiones. Las vías de hecho en nada contribuyen a la causa de los equipos y mucho menos favorecen a los jugadores que las propician o involucran en ellas. Las provocaciones de fanáticos deben ser consideradas parte de los riesgos del oficio.

 Además de un lucrativo negocio, el béisbol es una sana diversión en la que los equipos enfrentados tratan de demostrar su supremacía y los fanáticos se cargan de adrenalina. No hay lugar en que pueda caber la agresión física y, en todo caso, las agresiones verbales deberían pasarse por alto para evitar que detonen las vías de hecho. Lo ocurrido el sábado en San Francisco de Macorís durante un partido entre Gigantes y Licey es un suceso lamentable y vergonzoso que no debió producirse. Los directivos de equipos y las autoridades deben garantizar que esto no vuelva a ocurrir.

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