Sin educación, RD no logrará la necesaria cultura preventiva

Sin educación, RD no logrará la necesaria cultura preventiva

Ante una tragedia se repite con pesar que ponemos candado después del robo. Y no es así. Lo cierto es que con demasiada frecuencia no se pone. No se puso luego de hechos dramáticos ocurridos en los últimos años que al principio estremecieron, pero que tras el revuelo de los primeros días vino el olvido, la inacción, la posposición de propósitos, de planes y programas anunciados.

No se pone. No se adoptan las medidas preventivas ni correctivas necesarias, lo que responde a una cultura, a una conducta generalizada individual y colectiva, en situaciones de responsabilidad personal y gubernamental.

Posponer, dejar que los problemas se agiganten es una arraigada costumbre en República Dominicana, donde no se educa para la prevención, de ahí la tendencia a querer responder cuando sea tarde, cuando ya no hay remedio.

Y si, por el contrario, se actúa, no siempre es con la acción correcta, como ha sucedido con la delincuencia, el narcotráfico, la drogadicción y otras inconductas acrecentadas por falta de oportuna previsión.

Es lo ocurrido con la agudización de enfermedades en un país que carece de un eficiente sistema de atención primaria, lo que ha pasado con el incremento de los accidentes de tránsito sin fomentar la educación vial, entre otras medidas. Con la permanencia de viviendas en cañadas y orillas de ríos, pese a una mayor amenaza con el cambio climático.

Cultura de prevención.

La dolorosa tragedia del Jet Set, que sepultó 236 vidas, nos llama a poner frenos a la falta de previsión, a la impenitente propensión a la improvisación, al inmediatismo. Nos dice que es impostergable educar para el desarrollo de una cultura de prevención.

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Su ausencia tiene un alto costo emocional y económico, nos sume en el dolor, quita la paz individual, familiar y social, hace que la inversión en correctivos sea mucho mayor que las medidas para mitigar riesgos y evitar accidentes.

Domina la negligencia, por eso la angustia ante la tardía detección de un cáncer en fase crítica, la sorpresa ante un hijo drogadicto, el drama por el descuido en el uso de velas durante apagones que incendian viviendas, que incineran niños.

Campañas educativas.

Mediante la educación formal e informal es perentorio fomentar una cultura preventiva, crear conciencia en la población sobre los riesgos, convencerla de la importancia de actuar a tiempo a través de campañas de sensibilización, de charlas y materiales informativos.

Enseñar a identificar los riesgos, las señales de peligro, a estar alertas ante los que pudieran surgir en cada situación personal, familiar o comunitaria, disponer de los criterios y herramientas necesarios para enfrentarlos.

La cultura preventiva promueve la seguridad, la salud y el bienestar de las personas en el hogar, en la escuela y el trabajo, en todos los ámbitos, dando prioridad a la prevención de riesgos sobre la reacción tras el desastre.

Implica adoptar valores, creencias y actitudes que favorecen la evaluación de amenazas, el compromiso, la participación activa de los involucrados. Exige implementar estrategias de mitigación, planes de contingencia, programas que fomenten la protección.

No bastará reparar estructuras físicas, dar mantenimiento y emprender programas de fiscalización, de regulación, como los anunciados hace años sin que se hayan cumplido.

Son acciones indispensables, pero es necesario educar para la prevención desde el hogar, la escuela y otras instituciones, educar contra la negligencia y el descuido, ofrecer normas y procedimientos, orientaciones y recomendaciones que impidan la aparición o propagación de un problema individual o social.

Prevenir enfermedades físicas y mentales, conductas antisociales, la violencia doméstica, maltrato y abuso sexual infantil, consumo de drogas, acoso escolar y embarazos tempranos, entre otros propios de la infancia y la adolescencia.

Fortalecer los factores protectores: la autoestima, las emociones, sus relaciones familiares y sociales. Ofrecer mayor impulso a iniciativas como la Estrategia Nacional de Cultura de Paz, del Ministerio de Educación con el apoyo de Unicef, orientada a construir ambientes escolares seguros y armoniosos.

Un trabajo conjunto

La vida se transformaría con una cultura de prevención, sería de inmensa ayuda en muchas dimensiones, cuánto sufrimiento y gastos se evitarían. Lograrlo exige un trabajo conjunto entre los gobiernos central y municipal, sector privado y sociedad civil en incesante accionar para fomentarla en la vida cotidiana, en todos los ámbitos.

Será preciso educar en prevención desde la infancia, formar niños y niñas con actitudes seguras y hábitos saludables en su día a día, haciéndolos partícipes del cuidado de su seguridad y salud. Conseguirlo será más eficaz con acciones prácticas y experimentales, para que no vean la prevención como algo abstracto y alejado de su entorno. Esto demanda que se les eduque en un proceso continuo, reforzando los conocimientos a medida que crecen y abarcando nuevos temas preventivos relevantes para su edad. Con ese aprendizaje se sentirán más seguros y confiados, sabrán cómo actuar en casos de emergencia, tomar decisiones responsables para protegerse a sí mismos y a los demás. El objetivo es que la prevención sea inherente a cada niño, niña y adolescente, tanto en el presente para disminuir accidentes infantiles como en el futuro para contar con jóvenes y adultos responsables, comprometidos con la creación de ambientes seguros, protegidos, armoniosos.

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