Es que se trata de educación y castigo a la irresponsabilidad, al desorden, al “na e’ ná”, que viene ganando terreno a una velocidad terrorífica.
Rosa Elcarte, representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) dice que es “escalofriante” la cifra de menores parturientas que tenemos en República Dominicana.
La alarma no es para menos. Estamos viviendo una situación dramática. Quince niñas menores de quince años tienen un parto cada día, y conforme a un estudio de Unicef, el año pasado, 2015, en ocho hospitales en los cuales se atiende al cuarenta por ciento de estas jóvenes, se alcanzaron seis casos diarios, lo cual equivale aproximadamente a 5,475 niñas parturientas en el año.
¿Qué está sucediendo? ¿Las familias no se ocupan de alertar a sus niñas acerca de los peligros que suscitan las relaciones sexuales tan tempranas y sin protección? ¿No les advierten que están arruinando sus vidas, cortando toda posibilidad de crecimiento, impidiendo alcanzar estudios que les permitan, en su momento, ser capaces de mantenerse decentemente, sin estar aherrojadas a una miserable servidumbre como trabajadoras domésticas, o sin otra vía que el drama de la prostitución?
Se suele dar un lugar preeminente a las violaciones, que mayormente ocurren dentro del círculo familiar o cercano.
Sí. Hay mucho de eso, pero no se trata del centro del problema. Es el descuido en la educación. Sin duda, la miseria, la carencia de recursos fundamentales, dificultan mucho que miseriosos progenitores, agobiados, puedan otorgar a sus criaturas la atención requerida, y se va creando un circuito de descuidos, una entrega a “eso es lo que hay… no podemos hacer más”.
Pero hay que hacer más. No tratar el asunto solo como si fuese una especie de delito caprichoso.
Detrás hay un drama complejo que requiere tratamiento urgente.
Y volvemos a la educación y a la frustración de las carencias.
Me alientan los nuevos cambios que anuncia la Iglesia católica, en la voz del arzobispo de Santo Domingo, Francisco Ozoria Acosta, quien propone una presencia moralizante… interventiva… iluminadora, fuera de los templos, más auténticamente servidora de los propósitos y enseñanzas de Cristo. Porque los gobiernos pueden y deben hacer mucho, pero no basta. Hay que hacer un fuerte y estrecho nudo entre el Estado, las iglesias y la ciudadanía, o nos iremos hundiendo más en las diversas miserias humanas.
Por otra parte, no es solo cuestión de violación o abuso intrafamiliar, sino que hay una “ambientación” favorable a la pornografía, y eso está envenenado a la población y poniendo a las niñas en lo que no están. En muchos casos, muchachitas de 13 años y hasta menos ya están envueltas en la sexualidad desproporcionada o en la prostitución…
El nuevo procurador general de la República, Jean Alain Rodríguez, quien junto a la representante de Unicef, Rosa Elcarte, encabezó el acto de presentación de la campaña “No hay excusas”, está tomando cartas en el asunto, pues según informó ha dado instrucciones a la Procuraduría Especializada contra Crímenes y Delitos de Alta Tecnología para que emprenda las acciones que sean necesarias a fin de prevenir la pornografía infantil.
Cabe esperar que también haya medidas restrictivas para las escenas de sexo fuerte, que ya aparecen a cualquier hora en la televisión y que incitan, o incentivan una conducta sexual irresponsable, a destiempo…
Y muy peligrosa por sus efectos en la vida individual y colectiva.