Amputada la opción de elevar impuestos, pasa a primer plano la impresionante y arraigada debilidad estructural en el cobro de tributos establecidos como si en todos estos años haya sido mínimamente eficaz la labor recaudadora quizás por inapropiados recursos técnicos y humanos y evidente ausencia de una voluntad política que es ahora cuando despierta. Estar permitiendo que por falta de consecuencias contribuyentes grandes y pequeños queden sin rendir cuentas al Fisco transmite hacia la generalidad ciudadana que no elude cargas la certeza de que solo sobre ella caería el peso de la reforma descartada. Casi la mitad de la potencial aplicación del Itbis que ahora sería IVA es lo que ha estado llegando a las arcas estatales y el fracaso con el impuesto a la renta despoja al sistema del 63% de lo que le corresponde, indicio de que gente de holguras en bienes y razones sociales de varios niveles se benefician más que el Erario de los frutos del excepcional crecimiento de la economía, de exportaciones que han estado en alza y del expandido turismo y sus sectores colaterales que tienen al país convertido en la primera potencia del Caribe en ese renglón.
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Las riquezas personales y corporativas están muy a la vista por doquier y en agudo contraste con la permanente insuficiencia financiera del sector público que se salva del naufragio a base de coger prestado… hasta un día. Los ajustes por venir y no bien definidos todavía por el Poder Ejecutivo, serían justicieros si se pone freno con fuerza a la evasión.