Sin mantenimiento se estimula el despilfarro

Sin mantenimiento se estimula el despilfarro

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
Ahora que el presidente Fernández ha viajado dos fines de semanas a las provincias de la frontera, se ha puesto de manifiesto, en las Audiencias Populares, que los reclamos prácticamente son los mismos y tienen que ver con el estado de las obras públicas, que por falta de mantenimiento, están destruidas y es necesario rehacerlas para beneplácito de los contratistas y de los políticos padrinos que reciben sus comisiones por sus diligencias para lograr que se construyan.

La relación de las peticiones que serán complacidas por el gobierno, han sido detalladas en las páginas de los diarios, y en todas se nota, que por falta de mantenimiento de acueductos, carreteras, caminos vecinales, escuelas, centros de salud, canales de riego, etc es necesario invertir fabulosas sumas, que por las condicionalidades y amarres acordados en el acuerdo con el FMI, será casi imposible de llevar a cabo, pese a lo enfático que ha sido el presidente Fernández de reafirmar su derecho de llevar a cabo obras imprescindibles que una vez existieron, pero por falta de mantenimiento, han dejado de ofrecer el servicio para el cual fueron construidas hace varios años.

Esos reclamos de las poblaciones fronterizas, que serían los mismos en las demás provincias, a la hora que el presidente de la República y su numerosa comitiva las visiten, servirán para darnos cuenta que si se cuantificara lo que se deja de invertir en mantenimiento y lo que es necesario gastar en reconstrucciones de las obras existentes, nos daríamos cuenta que vivimos en un país de los irresponsables servidores públicos. Es que somos botarates; y solo nos gusta lo nuevo para hacerle fiesta olvidando las edificaciones y vías públicas, que al descuidarle el mantenimiento, se encuentran en un estado desastroso como ocurre en las oficinas públicas donde en un pasado no muy lejano ocurrió que en el Huacal, de unos ocho ascensores que debían funcionar, solo operaban precariamente dos unidades, tan solo por citar un caso.

Y a lo anterior se le debe añadir lo que ocurre con la autopista Duarte por falta de mantenimiento, tan solo las Fuerzas Armadas mantiene un operativo de limpieza de cunetas y desyerbo. Se ha debido recurrir a un enorme gasto, por encima de los mil millones de pesos, para recapar la autopista con una nueva capa de asfalto, que en un espesor superior a las tres

pulgadas, se ven avanzando desde La Cumbre y casi llega ya a Villa Altagracia.

Se podría decir, teoricamenente que la infraestructura del país en obras publicas, ya existe. Pero por la falta de mantenimiento es necesario reconstruir toda las obras. Podría destacarse que antes existía una carretera que unía a San José de Ocoa con Constanza, de eso solo queda el recuerdo; al igual a la importante vía desde Yamasá a Maimón, que desde 1961, se le dejó de darle mantenimiento, y otras menos viejas como la vía de Sabana de la Mar a Miches ha dejado de existir, para que juntas sirvan de denuncias de los medios para ver si las autoridades se ocupen de rehabilitarlas.

Y ahora que se habla de la isla artificial frente al malecón capitaleño, ahí están los dos brazos del rompeolas, destruidos desde hace varios años a los cuales solo se le colocaron los tetrapodos en la década del 70 y más nunca se le ha puesto atención a la protección del puerto del Ozama. Imaginémonos lo que ocurriría si alguna vez se llegara a construir esa isla artificial de Ciudadmar o como se le llame, para ver que el descuido afloraría en poco tiempo para dejar el camino expedito al huracán que se encargará de depositar todo los escombros frente a las edificaciones en la avenida George Washington.

En las edificaciones la situación es peor, en especial con los hospitales, que ahora se anuncia un programa más de reconstrucciones y más ampliaciones a esos centros de salud. Y todo debido a que los existentes no se le da mantenimiento. El vandalismo de los pacientes, médicos y empleados han convertido esos edificios en ruinas, que dan asco visitarlos, como ocurre en algunos pueblos, donde se han reconstruido hospitales ya resultan unas pocilgas, debido a que sus sistemas sanitarios y eléctricos acusan una falta total de mantenimiento, así como la incuria de los usuarios para no cuidar lo que se ha puesto a su cargo.

Definitivamente el dominicano es un enemigo del mantenimiento, y si es político y funcionario del gobierno de turno, eso se acentúa aun más cuando salen con proyectos ambiciosos de nuevas obras para reemplaza a las ya destruidas; todo para obtener comisiones de los contratistas favoritos del momento. En el mantenimiento no hay mucha «grasa» para los políticos y una nueva obra brinda muchas satisfacciones, además de la abundante «grasa» que lleva apareada.

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