La clave del mito de la dificultad de las matemáticas reside mayormente en la falta de pan y paz en el corazón de niños y maestros.
No hay manera de saber la tabla del 3, si el niño no fue a clase o no puso atención cuando explicaron la tabla del 2. Lo de las ecuaciones es cuestión de poner atención, estar sereno y bien desayunado el día que explican el sencillo significado de los signos y los símbolos.
La prepotencia del maestro de matemáticas suele ser un elemento que abona la fobia generalizada hacia las matemáticas. Cuando lo cierto es que las matemáticas son el más sencillo de los conocimientos, porque todo está el libro delante de tus ojos; en las demás ramas del saber, los libros solo contienen una ínfima parte de lo que explican.
Desde niño era bueno en matemáticas. En la UASD observé la pedantería de profesores, señalando uno por uno los repitentes, y “prediciendo” con sadismo intimidante el destino de la mayoría de los que allí estábamos. Dagoberto Tejeda, compañero de habitación en la residencia universitaria de Calasanz, me mostró el camino hermosísimo de la sociología, cuyas bases, para sorpresa de muchos, son también las matemáticas.
“Sin tetas no hay paraíso” (novela), sin matemáticas no hay futuro, ni país (hubiera dicho Pitágoras).
Ni habrá tampoco ingeniería si no se pagan los $2,000,000,000 (dos mil millones de pesos) que les adeuda el Estado a los ingenieros.
No hay que saberse la tabla del 5 para imaginar las escenas de albañiles, varilleros y obreros haitianos en las marquesinas de esos ingenieros, o el acoso de dueños de pequeños empresarios de transporte de cemento y arena. Si podemos imaginar los ojitos asustados de sus hijitos entenderemos por qué se han suicidado sus padres; o se han dedicado al tráfico de influencia en la política, al fraude y el soborno. Y también por qué ninguno de sus hijos ama las matemáticas.
Los más exitosos ingenieros, a menudo, se convierten en hábiles contratistas que tienen acuerdos inconfesables con políticos y funcionarios. Quienes nos “demuestran” que para “hacerse”, en este país, valen más la viveza y la poca vergüenza. Que las matemáticas son para los pendejos.
La otra parte: a nuestros maestros no los estamos respetando debidamente y ellos parecieran no estar interesados en ello.
Pareciera que definitivamente no entendemos que la educación es la principal herramienta de progreso de los pueblos. Desgraciadamente, tenemos demasiados ejemplos de que la política y el narco son más rentables, que la probabilidad de ser perdedor no es significativamente mayor que el de las profesiones universitarias.
Si nuestros estudiantes son perdedores en las pruebas matemáticas internacionales de PISA, no es porque somos brutos, sino porque no confiamos en las instituciones formales de nuestra sociedad; o porque nos creemos tan inteligentes que eso de estudiar es para los más pendejos.
El papel del CODIA y de la OPRET en el futuro de la ingeniería y de las matemáticas es determinante.