Sin milagro ni sorpresa la reelección fracasó

Sin milagro ni sorpresa la reelección fracasó

Las votaciones presidenciales del pasado domingo marcan un fortalecimiento del proceso democrático nacional, con resultados conocidos en tiempo récord superando las incertidumbres y los arrebatos que históricamente había conllevado la repostulación presidencial.

Por tercera elección consecutiva se ratificó la limpieza del padrón electoral y la organización de los comicios y como siempre la ciudadanía se manifestó de forma ejemplar, con una votación que se ubicó en el promedio histórico de los últimos 26 años, contradiciendo el pesimismo que se apoderó de amplios segmentos sociales.

Agobiada por los efectos de la crisis financiera y económica, la ciudadanía expresó un voto de censura al gobierno con una de las mayorías más contundentes de la historia dominicana en elecciones libres y quedó demostrado una vez más que el usufructo y abuso del poder ya es insuficiente para torcer la voluntad popular.

[b]Una elección ejemplar[/b]

Reconocido por todos los observadores nacionales e internacionales, la elección presidencial culminó en un proceso transparente y con una de las mejores organizaciones de la historia electoral dominicana.

Más allá de especulaciones y mezquindades, lo objetivo fue que se crearon las condiciones para que los comicios fueran libres y transparentes y sus resultados fueran aceptados por todos los actores políticos.

El proceso democrático nacional resultó fortalecido al lograrse una sexta votación libre de forma consecutiva. De nuevo se demostró que el sistema electoral dominicano es difícil de vulnerar en proporciones significativas, gracias a sus numerosos mecanismos de control y a una amplísima participación de los partidos políticos y la sociedad civil.

Al igual que en las dos anteriores votaciones quedó demostrado que no existen los cientos de miles de Adislocados@ que se denunciaron hasta el día final de la campaña electoral, factor que fue el principal generador de incertidumbres a lo largo del proceso.

El informe final de la observación electoral organizada por el movimiento Participación Ciudadana registró que en un 18 por ciento de los colegios de votación se presentaron casos de personas que no aparecían en el listado, pero ello representó apenas el 0.42 por ciento de los electores y electoras. Y muchas de esas personas desubicadas recibieron asistencia y posteriormente encontraron el colegio donde pudieron votar.

Otras irregularidades, como personas que aparecieron en el listado de inhabilitadas para votar afectaron a otro 0.05 por ciento de los empadronados, de acuerdo a una rigurosa muestra de la organización cívica que abarcó a 940 colegios con cerca de 400 mil electores, con la colaboración de más de un centenar de organizaciones sociales y cerca de 7 mil voluntarios presentes en todos los centros de votación.

El conteo rápido realizado por Participación Ciudadana, y entregado la misma noche de la elección a los jueces electorales, a una ciudadana testigo (esta vez Magaly Caram) y a los jefes de las misiones de observadores internacionales, volvió a resultar con mínimas diferencias respecto al cómputo oficial. A ellos se sumaron esta vez encuestas a la salida de las urnas que demostraron su eficiencia.

Aunque en Barahona la jornada fue ensangrentada con tres muertos, los incidentes y actos de violencia fueron mínimos y de ninguna forma empañaron el proceso. La abstención se situó en el 27 por ciento, con más de 3 millones 656 mil concurrentes, ligeramente por debajo de los 3.7 millones que el análisis de HOY estimó el pasado sábado.

Récord histórico nacional

Pese a las incertidumbres que generaba el proyecto reeleccionista estos fueron los resultados que más rápidamente se aceptaron en la historia de la nación, cuando alrededor de las 11.30 de la noche el presidente Hipólito Mejía reconoció la victoria de su principal contrincante el doctor Leonel Fernández Reyna, cuando apenas se había procesado el 2 por ciento del sufragio.

En el 2000 fue 24 horas después de cerradas las urnas cuando el Partido de la Liberación Dominicana reconoció que el 49.87 por ciento obtenido por Mejía, contra menos del 25 por ciento de su candidato era suficiente para considerarlo electo. En 1996 José Francisco Peña Gómez reconoció la victoria de Leonel Fernández pasada la medianoche.

Nunca en la historia nacional había habido una elección limpia con proyecto releccionista. Sólo en 1978 había fracasado el continuismo, encarnado entonces en el doctor Joaquín Balaguer, pero con una irrupción militar en las juntas electorales que detuvo el cómputo durante días y siguieron semanas de incertidumbres. Más de dos meses después el resultado fue vulnerado por una Junta Central Electoral que mediante lo que se conoce como Afallo histórico@ atribuyó votos no depositados al perdedor en cuatro provincias para otorgarle la mayoría de los senadores y así pudiera controlar los poderes legislativo y judicial.

Tras el cierre de la votación del domingo fueron expandidos numerosos rumores que daban cuenta de asaltos a colegios electorales y de comandos militares que supuestamente rodeaban los centros de votación.

Esos rumores fueron llevados hasta la JCE, las embajadas y los grupos de observadores nacionales y extranjeros. Se llegó a acusar al coronel Pepa Goico de haber sustraído las urnas de un centro de votación en las afueras de la capital. A Participación Ciudadana lo comunicó el jefe de la campaña del partido ganador, Francisco Javier García, pero una unidad de emergencia pudo comprobar que la versión era falsa. En el tribunal electoral los rumores fueron expandidos por los delegados políticos del PLD.

Aunque Monseñor Agripino Núñez Collado, el coordinador de la Comisión de Seguimiento, llegó a recordar los arrebatos de 1978, no se ha podido comprobar un solo hecho concreto de intento de violentar la voluntad popular.

Lo que sí ocurrió, como en otros procesos electorales, fue que en muchos colegios los delegados de los partidos perdedores se negaban a firmar las actas e hicieron lento el procesamiento y en algunas juntas municipales hubo entaponamientos. El Distrito Nacional, como en todas las elecciones desde 1990, estuvo a la cabeza de la lentitud. El primer resultado de colegio electoral se recibió a las 7.40 de la noche.

Contribuyó a la lentitud el hecho de que esta vez había que esperar hasta las 6 de la tarde para iniciar el cómputo en las mesas de votación. Entre 1996 y el 2002 cuando regía el llamado colegio electoral cerrado, se podía iniciar el cómputo tan pronto votaba el último de los pre-inscritos, lo que en muchos lugares ocurría a media tarde y a las 6 ya iniciaban la entrega a las juntas municipales.

En cualquier caso la rápida decisión del presidente Mejía de reconocer la elección de Fernández Reyna puso un final feliz a las angustias, lo que agilizó el cómputo y permitió la proclama del presidente electo en tiempo también récord, 18 horas después de cerrada la votación.

Ciertamente que un ejército de observadores nacionales e internacionales sin precedente en su número, la vigilancia de la Comisión de Seguimiento instituida por el Diálogo Nacional, y la militancia a favor de la transparencia de los representantes de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea así como de los más diversos sectores de poder del país contribuyeron a la transparencia.

Pero esa circunstancia y el hecho de que ya no es posible dar un golpe de estado impunemente eran de los factores que permitían vaticinar que prevalecería la voluntad que se expresara democráticamente en las urnas.

De cualquier forma ganó crédito la organización y la apertura de la Junta Central Electoral y las gestiones de su presidente Luis Arias que, junto a la mayoría de los jueces, se negó a silenciar los medios de comunicación. En los momentos de los rumores Arias mantuvo la serenidad y habló por teléfono al secretario de las Fuerzas Armadas, el general Miguel Soto Jiménez, quien ratificó la garantía de imparcialidad y corrección de las unidades militares.

[b]Fracasó la reelección[/b]

El domingo quedó evidente una vez más que el reeleccionismo impositivo se bate en retirada en América latina y en el país y que ya no es suficiente para mantenerse en el poder el hecho de detentar el gobierno ni abusar de sus recursos, como fue evidente en la campaña electoral.

También en los comicios de 1998 y del 2000 hubo abundante uso y repartición de recursos estatales en las campañas del partido en el poder, lo que tampoco evitó que los opositores se alzaran con clarísimas victorias electorales.

La derrota del Partido Revolucionario Dominicano y su candidato el presidente Hipólito Mejía estuvo pintada desde el comienzo de la campaña electoral. La marcaron ampliamente todas las encuestas de credibilidad y no fue posible el milagro que esperaban sus dirigentes, especialmente los del PPH.

No hubo la menor sorpresa y el doctor Leonel Fernández recibió el 57 por ciento de los votos, promedio que le dieron las encuestas profesionales de los últimos dos meses, sólo superado en elecciones libres en la historia nacional el 20 de diciembre de 1962 cuando el profesor Juan Bosch fue electo presidente con el 59 por ciento del sufragio.

El agrónomo Hipólito Mejía no solo fracasó por la crisis económica que agobia a la nación, sino también por la pugnacidad que lo caracterizó junto a su grupo, incluso al interior de su propio partido, y que le abrió frentes de oposición en los más diversos sectores sociales.

La confrontación protagonizada por los líderes del PRD durante el último año, el abandono de principios y la adopción del pragmatismo político que incluye la corrupción, aniquilaron la imagen y la tradición de ese partido generando una amplia sanción del electorado.

Quedó evidente que las elecciones no se ganan solo con los militantes partidarios, como pretendían muchos de los líderes perredeístas aferrados a un pretendido voto duro de un millón 700 mil registrados en sus filas.

También resultó obvio que el doctor Fernández y su partido realizaron una exitosa gestión política y supieron capitalizar los efectos de la crisis económico-financiera, proyectando una imagen de partido organizado y democrático, en contraste con la de los otros dos mayoritarios que virtualmente se suicidaron, especialmente el PRD.

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