Sin presupuesto

Sin presupuesto

República Dominicana comienza  el año 2007 sin  haberse trazado con precisión y equidad, y por demás sin que el Congreso Nacional lo haya aprobado, el Prespuesto Nacional y Ley de Gastos Públicos.

Este retraso en los procedimientos de un proyecto que debió llegar, como manda la ley, dentro de un plazo que facilitara su oportuno conocimiento en el ámbito legislativo, reduce aún más las posibilidades de que el Estado se maneje durante doce meses con la vigencia de un efectivo instrumento de desarrollo al aplicar recursos fiscales.

Al gobierno se le han reducido las posibilidades de reservar recursos para áreas primordiales de inversión, estando presionado por déficits que incluyen el ocasionado por las quiebras bancarias de 2003, más el peso abrumador de una deuda externa que no para de crecer, y a lo que se agrega la tara enorme que a las finanzas públicas causan las distorsiones del sector eléctrico.

Un gobierno que en su precipitación, deplorablemente, no logró estructurar un proyecto de reforma impositiva que al menos  resultara aceptable para sectores importantes de la nación,  por lo que predomina todavía  en la opinión pública un fuerte  rechazo a la intensificación de las cargas tributarias.

Un rechazo alimentado en gran medida porque sectores productivos y sobre todo los consumidores –a los que les toca recibir el mayor peso de los impuestos- entienden que el gobierno toma el camino  de la rectificación para gravar más a los ciudadanos sin proponerse a su vez emprender el de la rectificación en  su modo de gastar para reducir  los costos que el Estado tiene para los contribuyentes; mucho menos pretende rectificar la forma en que fija prioridad a las obras.

II

Los perfiles del manejo de los ingresos actuales y futuros de la Hacienda Pública siguen mostrando la predilección oficial por las construcciones del Metro de Santo Domingo, por encima incluso  de cuestiones verdaderamente fundamentales para la República.

En esto resalta el gravoso empeño de realizar en solo tres años (desembocando en las próximas elecciones) un proyecto de ingeniería que en el resto del mundo suele tomar mayor tiempo, con lo cual el gobierno se obliga a imponer fuertes restricciones de inversión en perjuicio de la colectividad nacional,  pues posterga  atenciones a necesidades muy sentidas como serían rescatar para mejor funcionamiento, las estructuras y servicios para la Educación y la Salud Pública.

Valga, como un ejemplo más, señalar que toda la parte oriental de Santo Domingo padece un agudo desabastecimiento de agua potable mientras el trunco acueducto que resolvería el problema está abandonado, lo que significa que sus costos finales se duplicarán prontamente porque hay sueños de grandeza urbana un tanto desfasados que  sirven de base a la decisión de que el Metro  sea primero; pese a todas las voces que se han levantado en contra de esta precipitación y pese a la debilidad de los criterios de planificación que están en juego, si es que hay alguno que merezca ser tomada en cuenta.

Hay que estar conscientes, y prepararse  por demás para ver que el gobierno, atrapado en circunstancias agravadas en parte por unilaterales decisiones suyas, insiste en  optar por un proyecto de Presupuesto que no respondería a la realidad de los problemas nacionales ni a las urgencias que éstos plantean.

Pero todavía queda tiempo para que el gobierno recapacite un poco y demuestre de forma concreta que se propondría programar sus ejecutorias del año 2007 sin imponer  de manera desigual  los sacrificios y recortes.

Hay tiempo para reorientar gastos y disminuir  en la Administración Pública el inflamiento de nóminas causado en el pasado año,  época caracterizada por un desbordamiento del activismo electoral  que convirtió al clientelismo en el principal instrumento para influir en el resultado de las elecciones.

Hay tiempo para volver atrás en la creación de plazas de empleos para el servicio exterior, sobre todo en Nueva York, donde República Dominicana supera en cantidad de funcionarios y empleados de servicios  consulares y en representación ante  las Naciones Unidas, a países mucho más grandes y ricos, incluso a potencias.

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