¡Sin retorno!

¡Sin retorno!

Guido Gómez Mazara

La carrera administrativa debe ser sinónimo de vocación de servicio

Virgil Sollozo impartió la orden de asesinar a Vito Corleone. Ya antes, Tessio servía de mensajero alevoso cuando todos los odios de familias rivales entendían que el ascenso de Michael ambientaba acuerdos para cerrar el ciclo de venganzas.

Olvidaban el viejo consejo del legendario Padrino, materia prima del texto de Mario Puzo y fuente de inspiración en el mundo del cine, excelentemente dirigido por Ford Coppola que, en medio del jardín hogareño, advertía al heredero en identificar la fuente de la sedición: el primero que llegue con la intención de buscar entendimientos es el verdadero traidor. Dicho y hecho.

La consecución de las grandes aspiraciones nacionales posibilita un retrato exacto de los promotores de tratativas indecorosas.

Ahora, que en la sociedad se colocan los rieles de la justicia los responsables de desfalcar el erario, resulta  interesante definir el lado en que se coloca cada ciudadano y su contribución en la cruzada de adecentamiento.

Y nadie puede sorprenderse con los niveles de resistencia estructurados en el discurso de persecución, irrespeto al debido proceso y las cuantías de presos preventivos, adornadas en gárgaras de una falsa legalidad edificada alrededor de observatorios al servicio del club de potenciales procesados, llenos de dinero público y desde sus bolsillos privados financian un poco creíble “interés” transformador que nunca opinó cuando los imputados de los sectores pobres de la nación padecían las consecuencias de un sistema arbitrario. ¡Ahora si es bueno!

En la cúpula de las organizaciones el desafío es mayor. Es decir, las ansias de justicia impulsadas desde la ciudadanía obligaron a los partidos en el tema del combate a la corrupción, y sin tener de otra, lo asumieron.

Saben que segmentos indispensables para la victoria demandan, requieren e intercambian votos frente a posturas auténticamente comprometidas que, en la medida que se alejan del compromiso, allanan el camino de derrotas.

Por eso, la designación de Miriam Germán encajó en un sentido de correcta interpretación de la actual coyuntura que libera al jefe de la nación respecto de acciones, persecutoras de todos y sin retorno en materia de colaboradores en capacidad de acariciar la tradicional convicción de que el espíritu de lo punible recae en el litoral opositor y nunca en la zona oficial.

Treinta y cinco imputados y un Ministerio Público que proyecta defraudaciones cercanas a los 13,500 millones borran los últimos 16 años de complicidades y un exponente de la caricaturización del órgano persecutor inspirado en relatos de arquitectos de mentiras.

Así se entienden la historieta de una pieza clave de la operación Medusa, receptor de fondos distorsionados en función de lo consignado en el contrato original y la procesal manera de develar reconocidos turiferarios de la comunicación que, aposentados en columnas y breves comentarios televisivos, siempre dispuestos a lanzar a los tiburones sedientos de triturar honras bien ganadas, a golpe de perversidades, pagadas con fondos públicos y desde cortinas con altísima dosis de cobardía, creer que la dosis de “guerrero en su sangre” terminaría en la ruindad de un ataque que elevó a categoría de abuso la canallada del joven pretor, hoy en la ruina ética y  derrumbado moralmente.

 No hay retorno, con lo acontecido y lo que resta. Están dadas las condiciones para que la carrera administrativa sea sinónimo de vocación de servicio.

Por eso, la necesaria interpretación y niveles de preocupación están asociados con un régimen de consecuencias efectivo, dispuesto a llevar a procesos judiciales a gente que nunca pensó en la posibilidad de enfrentar las consecuencias de estilos de opulentos financiados por el presupuesto nacional.

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