Sin titubeos: El tema de Haití

Sin titubeos: El tema de Haití

La economía de Haití es la más pobre de América y del hemisferio occidental, es decir, Haití es el país con menor PIB per cápita y uno de los más desiguales del mundo.

Es un estado fallido en tanto es casi incapaz de proveer a sus ciudadanos servicios básicos. Ocupa el lugar 138 en el mundo en relación al PIB y el lugar 161 en el Índice de Desarrollo Humano, uno de los más bajos del mundo.

Sería fácil pensar que para Haití no existe futuro y vender como acción razonable unas relaciones bilaterales fundamentadas en la desconfianza. ¿Por qué sería de otra forma si Haití es un Estado fallido? Sin embargo, explotar temores dista mucho de ser para el beneficio de los dominicanos. Aunque histórica, la actitud xenófoba de algunos sectores no viene tanto de “realidades” como de la intención de controlar la opinión pública. Maquiavelo ya había escrito que mejor que ser amado es ser temido.

Las posiciones de nacionalismo radical tienen sus propios temores instintivos que poco tienen que ver con la soberanía. Le tienen más miedo a la libertad y a la democracia que al “peligro haitiano”.

El 12 de enero del 2010, el terremoto, con gran costo de vidas humanas y gran daño material para Haití marcó un antes y un después en las relaciones dominico-haitianas. El entonces presidente Leonel Fernández ac tuó de forma inmediata y solidaria enviando ayuda al vecino país. Hubo que resistir las voces que pronosticaban una estampida incontenible de in migrantes haitianos, no faltando argumentos económicos que pronosticaban grandes daños e incluso la pérdida de soberanía.

Los resultados fueron un contundente desmentido: logramos mejorar nuestra imagen internacional, no hubo la invasión migratoria profetizada y en cambio sí vimos cómo la propia economía dominicana se vio dinamizada. Quedó demostrado que esa forma de relacionarse no sólo era conveniente para Haití sino que fue beneficioso para los intereses dominicanos. Haití no sólo no fue una carga para RD sino que incluso aprovechamos externalidades positivas derivadas de la ayuda recibida por ellos.

Se demostró, además, que pequeños avances en la organización de ese país y en su economía pueden tener grandes efectos en su desempeño, lo que hará que se fortalezcan sus instituciones y tejido productivo creando la riqueza que ese país necesita para aligerar sus tensiones sociales, reduciéndose a su vez las tensiones migratorias sobre RD e incrementando el comercio, haciéndose éste más activo y lleno de oportunidades.

Una relación como ésa, inteligente, proactiva, basada en el futuro que queremos construir, demuestra ser mucho más beneficiosa que la tradicional basada en el miedo y las manipulaciones históricas. Debemos disponernos a construir una agenda bilateral que vele realmente por nuestros intereses. Hay que decirlo sin titubeos: Haití no es nuestro problema, es nuestra oportunidad.

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