Sin tregua

Sin tregua

Los apagones están atacando sin tregua la economía, la salud, la seguridad y la paz de los dominicanos.

En tiempos en que la gráfica de criminalidad y delincuencia exhibe sus crestas más empinadas, los apagones vienen a ponerse del lado del mal y en perjuicio del resto.

El deficiente suministro de energía eléctrica, por demás extremadamente cara, no es solo un problema económico en una situación como la actual.

Por causa de las interrupciones de la energía la gente, desde hogares hasta industriales, pierde dinero de alguna manera.

Pero además de eso pierde seguridad, porque todo apagón abre una buena oportunidad para el crimen, el delito, la venta de drogas y todas las malas prácticas que ahora están en debut.

Ambas cosas, las secuelas económicas y de pérdida de la seguridad, se traducen para los dominicanos en pérdida de la salud, aumento de la ansiedad y el estrés, preocupaciones que se adicionan a las normales del diario vivir. Las consecuencias de los apagones y la criminalidad están conduciendo a los dominicanos a una especie de paranoia. Cuando suele haber luz, la gente está vigilante, sospechando de todo el que pasa a su lado. Cuando «se va» la luz, entonces aumentan los temores y la necesidad de estar vigilancia, «chivos» o «mosca», como suelen denominar popularmente este estado de ánimo.

-II-

Por sus secuelas económicas, sociales y de salud, las deficiencias del suministro de energía tienen que ser enfrentadas con decisión, con voluntad de encontrar soluciones definitivas, no paliativos para mantener el mismo círculo vicioso.

En el pasado, la versión fantasiosa de los apagones los atribuía a las chichiguas que se enredaban en los cables de alta tensión y causaban arcos voltaicos y «blackout». El público asimilaba esas explicaciones como una burla cruel.

Hoy, con no menos cinismo, hay quienes se atreven a afirmar que el crecimiento de la economía ha provocado tal bonanza, que la gente, al adquirir más electrodomésticos, ha desbordado la capacidad de oferta de energía eléctrica. Esas son fantasías, sandeces y una imperdonable falta de respeto para un país agobiado.

De cualquier modo que se le mire, el problema de los apagones es una especie de poliedro con una cara económica, otra social, una tercera de salud, y así sucesivamente. Las soluciones, por tanto, tienen que ser multidisciplinarias, empezando por el respeto para los usuarios que pagan por este pésimo servicio.

Las autoridades del Estado, en primer término, están llamadas a buscar respuestas adecuadas para un problema del cual tienen mucha culpa por haber adoptado el modelo actual de «capitalización». Hay un gran compromiso moral en todo esto.

Entre los apagones y la criminalidad, y sus terribles secuelas, están acabando con este país.

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