Siña Juanica: ¡ahora tenemos vacunas!

Siña Juanica: ¡ahora tenemos vacunas!

Ay, Siña Juanica de por Dios, Siña Juanica, se me muere el niño y no tengo medicinas… Se me muere el niño, y es de tos ferina…

Mientras escuchaba las letras de la canción, pensaba en que la tos ferina, al igual que la poliomielitis, el sarampión, la difteria, el tétanos, la hepatitis B, la meningitis por Haemophillus influenziae, y otras, son enfermedades inmunoprevenibles y que si en la época de en que se compuso el pimentoso merengue las vacunas hubieran estado disponibles, el drama narrado a ritmo de guira y tambora–pero no por eso menos angustiante– se habría evitado.

La vacunación masiva a los niños menores de cinco años es una de las medidas de mayor trascendencia en la historia de la salud pública. Desde su introducción en 1974 como programa regular a cargo de los ministerios de salud, las inmunizaciones han evitado millones de muertes prematuras causadas por infecciones transmisibles de la infancia.

Actualmente, la población dominicana cuenta con una amplia red de puestos fijos de vacunación distribuidos en toda la geografía nacional donde las niñas y los niños pueden ser vacunados de forma gratuita. Pero la amplia cobertura del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) por si sola no garantiza la protección de nuestra niñez. Es necesario que los padres y tutores acudan a ellos de forma rutinaria y que le den a la vacunación de sus hijos carácter de deber y responsabilidad.

Ver morir a un niño ahogado en violentos paroxismos de tos ocasionados por la tos ferina o con espasmos generalizados producidos por el tétanos o saber que sus potencialidades quedarán reducidas si la poliomielitis le deja paralítico es algo terrible.

Antes de tener que pedir ayuda a las Siñas Juanicas de hoy para comprar medicinas y atenciones médicas –que la mayoría de las veces no son la solución–, mejor vacune a sus hijos. Prevenir es mejor que lamentar.

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