Sinceridad, moralidad

Sinceridad, moralidad

El mercado energético hay que sincerizarlo, y hasta moralizarlo en ciertos aspectos. Sincerizarlo para ajustar el precio de la energía a los costos reales, y moralizarlo para que se deje de facturar y cobrar a los usuarios la energía que éstos no reciben durante las horas de apagones.

Radhamés Segura, administrador de la Corporación Dominicana de Empresas Eléctricas Estatales (CDEEE), corrobora la necesidad de hacer esos cambios cuando afirma que la tarifa energética sobrepasa la capacidad de pago de la población, y que es necesario ajustarla a los costos reales de la energía.

En estos tiempos, que tanto se habla de revisar los contratos del mercado eléctrico, es preciso que se establezcan normas que tengan el propósito de garantizar los derechos de los usuarios, sin menoscabo de la rentabilidad que deberían obtener los inversionistas del sector en la medida en que sean eficientes en la generación, distribución y cobro de la electricidad. Es decir, que se sustituya la práctica de prorratear entre los usuarios que pagan el costo de la energía que los distribuidores no han sido capaces de cobrar a sus abonados morosos.

II

Hay quienes entienden, y nos contamos entre ellos, que si la generación y distribución de electricidad estuvieran basadas en la eficiencia, el costo de la energía sería más bajo y posiblemente sería más fácil cobrarla.

Entre todos los factores que influyen en la morosidad de muchos usuarios, de seguro que hay que contar las tarifas abusivas, la facturación y cobro de los apagones y la falta de estabilidad del suministro. Desde luego, sería deshonesto que dejáramos de citar entre esos componentes la arraigada cultura de no pago heredada por muchos dominicanos desde los tiempos del tirano Rafael Trujillo. Hay que recordar que el dictador montó en ira cuando la corporación eléctrica de la época intentó cobrarle la electricidad a las familias que él había alojado en el entonces flamante Barrio de Mejoramiento Social.

La resistencia al pago de la energía es tan amoral como el cobro de la energía no suministrada, sobre todo en épocas de apagones de hasta 20 horas por día.

III

La revisión de los contratos del mercado eléctrico tiene que hacerse no sólo para que haya un costo justo de la energía, sino además para forzar a los sectores que explotan este negocio a ser verdaderamente eficientes. En lo que concierne a generación, se debe privilegiar las inversiones que tengan los costos más bajos, como medio de garantizar tarifas más bajas, y en lo que compete a distribución, debe privilegiarse la inversión que garantice mejor estructura de cobro a partir de lectura real de contadores, en vez de cobro por patrón de consumo.

Para las empresas distribuidoras siempre ha sido más fácil interrumpirle el suministro de energía a un sector que discriminar a los que no pagan. Esto solo es posible cuando se cobra por patrón de consumo y cuando se acepta la práctica del prorrateo con cargo a los que habitualmente pagan.

Realmente, el mercado eléctrico está sustentado en muchas prácticas amorales que, contradictoriamente, terminan perjudicando a los abonados que pagan. Esto tiene que acabar, y cuanto antes mejor.

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