Síndrome del Cuidador

Síndrome del Cuidador

Al familiar que le ha tocado cuidar o estar cerca de un paciente con enfermedad crónica, léase Alzheimer, Párkinson, Cáncer, Derrame Cerebral, lesiones invalidantes como las secuelas de terremotos, el drama vivido por esos cercanos al enfermo dependiente, a los que les toca coexistir el día a día, es realmente infernal, en términos de  dolor, de angustia, de sufrimientos, en fin, es  un calvario.

De manera lógica, las complicaciones derivadas de esas condiciones médicas son dolorosas, con el agravante, de que ningún sistema de salud dispone de los recursos suficientes para afrontar las demandas sociales de los casos crónicos, aún en naciones ricas.

En verdad es un problema fundamental de salud. Por ejemplo, en los países con eficiente seguridad social  como en España, donde existe la llamada -Ley de Dependencia-, que procura paga para el familiar que cuida de ese paciente terminal, anciano ya, desvalido, sean –hijas, esposas, nueras, hijos-, que los estén atendiendo y lo seguirían haciendo, esto en el hogar, lo que de modo lógico abarata los costos ante un asilo de ancianos o un hospital.

Recuerdo que en mis años de entrenamiento en el Instituto de Neurología de Londres, le dábamos la de alta a los pacientes menos delicados, esos fines de semana largos o en los días de navidad, semana santa o verano, para admitir los pacientes con una enfermedad terminal: cánceres, tumores cerebrales, derrames, parkinson avanzado, o alzhéimer, para que los familiares disfrutaran sus vacaciones, pero eso es aspirar mucho con nuestro novel sistema de salud de seguridad social.

Volviendo al cuidador(a), ese familiar, pariente o buen amigo, que asume sacrificios y sufrimientos, debe hacer un esfuerzo racional, y entender que nadie es de acero y que todos  los humanos cuando estamos expuestos a un estrés permanente, con escasas gratificaciones, tenemos un punto de “fractura emocional”, que es el moderno “burning off”.

 En realidad,  no disponemos de centros geriátricos suficientes, ni muchos menos de un esquema de protección  tanto para el  paciente, como para el cuidador.

Se hace obligatorio un respaldo en lo atinente al abnegado cuidador(a), quien atendiendo a pacientes dependientes, inválidos, con carencias de autonomía, con malas calidades de vida, ambos necesitan el apoyo de la seguridad social.

En el caso de las enfermedades crónicas, todavía muchos seguros médicos son excluyentes, esto de manera sensible atenta contra la merecida seguridad que necesitamos al final de nuestras vidas, si es que llegamos a la edad del caroñoso.

Ese cuidador, expuesto a sufrimientos por el manejo del paciente terminal o crónico, inicia una constelación de síntomas y signos que incluyen todos los sistemas del organismo: dolores musculares generalizados, vértigos, “opresiones”, insomnios, taquicardias, diarreas o constipaciones, apatías, desganos, somnolencias, inapetencias alimenticias y sexuales, llantos espontáneos, irritabilidad, en fin una complejidad de manifestaciones que tipifican una depresión clásica.

 Si no le damos a ese cuidador un –respiro-, de seguro que sus recursos emocionales habrán de colapsar y serán entonces dos los enfermos a tratar. De ahí la importancia de que los familiares se turnen en el cuidado de sus enfermos queridos. Se hace mandatorio que ese cuidador, tenga períodos libres para renovar fuerzas, para que su cerebro recupere energías, pues no estamos diseñados para el estrés continuado, y nuestros cerebros no lo resisten. Así que al sufrido –cuidador-  también hay que cuidarlo mucho. 

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