Síndrome insular

Síndrome insular

Para la República Dominicana, el hecho de compartir con Haití un mismo territorio insular plantea un problema muy grave, que trasciende inclusive las desbordadas dimensiones de la inmigración furtiva.

Una vertiente cada vez más preocupante la ha planteado el vicealmirante Iván Peña Castillo, presidente de la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD), al citar las facilidades que disfruta el narcotráfico en el vecino país y el mercado que tal situación fomenta en la República Dominicana, al ser pagadas en especie las operaciones de trasiego.

Simplificado a términos insulares, se trata de un problema entre dos países que tendría entre sus principales catalizadores la imposibilidad de una efectiva vigilancia de la línea divisoria. Las diferencias socio económicas entre ambos países se encargan del resto.

Sin embargo, el trasiego de drogas quiebra las barreras insulares en procura de los grandes mercados de consumo, entre los cuales tiene rango de principalía el de los Estados Unidos. Eso, la demanda, determina que no se trate de un simple problema insular.

-II-

Estados Unidos, principal destino de la droga que llega a Haití y pasa por la República Dominicana, es a la vez el país con mayor disponibilidad de recursos para destinarlos a la lucha contra el trasiego de sustancias controladas.

Sin embargo, llama la atención el hecho de que esa gran nación siempre se haya preocupado más por calificar nuestros esfuerzos o falta de los mismos para combatir el narcotráfico, que en frenar los suministros que llegan a Haití.

Es más, Estados Unidos ni otros amigos de Haití, como Canadá y Francia, se han esforzado porque ese país antillano logre estabilidad política, un verdadero orden institucional, progreso económico y, así, librarse de los riesgos cada vez más acentuados de convertirse en un narco Estado.

Para los dominicanos, ciertamente constituyen un dolor de cabeza los problemas de Haití, sobre todo porque son permanentemente «exportados» hacia la República Dominicana en procura de soluciones.

-III-

Las dimensiones del problema obligan a asumir valoraciones de conjunto, sin soslayar, por supuesto, la acción local para hacerle frente a los riesgos que entraña el abundante trasiego de drogas y el pago de servicios en especie hacia territorio dominicano.

Ha debido producirse, desde hace mucho tiempo, una comunidad de acción entre las naciones del continente para unificar criterios de lucha contra las drogas en sentido general.

Nuestras autoridades antinarcóticas hacen el papel que les corresponde al perseguir y desarticular bandas de tráfico de drogas y lavado de activos provenientes de esas operaciones, pero la individualidad de esas acciones dejan intacto el problema global.

Los mercados de destino de las drogas enfrentan el problema común de la criminalidad que estas actividades generan y la corrupción que fomentan en las autoridades que logran infiltrar, amén de los perjuicios sociales y de salud debidos a la adicción.

Nuestro dolor de cabeza -Haití- es parte de un problema global que los grandes amigos de esa nación no han querido ver en sus justas dimensiones, al margen del síndrome insular que nos afecta.

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