Después del balaguerato se hizo ley la costumbre de que los gobiernos dejen deudas y/o déficits escandalosos a los que les suceden. Esa práctica se santificó en todas las instituciones públicas, autónomas o no, y organizaciones no gubernamentales, siendo los ayuntamientos emblemáticos en desórdenes financieros y administrativos. Algunos gremios y sindicatos, con honrosas y sorprendentes excepciones, tienen una tradición de desfalco colectivo, venial, no criminal, porque a nadie sorprende que siempre dejen sus fondos en cero para las nuevas directivas y, en el peor de los casos, que dejen importantes deudas.
Como nota curiosa y cómica, alguien señaló como extraordinario el hecho de que en todo el país un ayuntamiento había sido excepción porque el nuevo responsable no denunció a su antecesor por deudas multimillonarias o corrupción. Se trató del ayuntamiento de Santo Domingo Oeste, donde el síndico saliente era hijo del entrante, señal de que la sangre pesó más que las noticias.
Cuando una institución cierra su ejercicio anual o período de una directiva con deudas multimillonarias, eso evidencia una cualquiera de estas cosas: Ineficiencia, desfalco, imprudencia, incapacidad administrativa, inmoralidad, desvergüenza, abuso o corrupción, aparte de cualquier otro sinónimo de uno o varios de esos adjetivos.
El nuevo presidente de la Junta Central Electoral ha dicho públicamente que heredó en esa institución una deuda de 2,400 millones de pesos, dejada por Roberto Rosario y compartes, y pidió al presidente de la República que “lo ayude” a cubrir ese compromiso aunque él, de momento no lo calificaba como resultado de buena o mala administración. De la lista precedente, escoja usted, amigo lector, un calificativo o un sinónimo para completar el título de esta colaboración.