Sinrazón de la poesía

Sinrazón de la poesía

La poesía es un “dicho” de alta tensión que sacude al lector y le saca de sus costumbres expresivas. Una carta, acusando recibo del pago de la cuenta del gas propano, es un texto utilitario; tiene una finalidad práctica. El poema, en cambio, implica una intención estética y persigue iluminar un trozo de la vida con luz inusual. Las palabras con que escribimos una carta dando las gracias por una invitación a cenar, son las mismas con que el poeta construye su poesía. Las palabras del idioma tienen el sentido habitual que les damos todos los días, cuando hablamos, compramos o vendemos; y otro sentido, especial, que el poeta presta a sus “dichos” cuando crea su propio lenguaje.
El diccionario contiene las voces del idioma, con el significado que ellas tienen para todo el mundo; con las acepciones y variantes que han ido alcanzando en el curso de su historia. Los vocablos de la lengua son contaminados por el uso; a veces, el uso continuo les gasta su potencia expresiva. El poeta puede revitalizar una palabra y dotarla de una significación añadida. La palabra letrina es una palabra maloliente; con la invención del inodoro integral pareció que se resolvía el problema de manera definitiva; sin embargo, ya la palabra inodoro huele mal, a pesar de su etimología.
Rubén Darío embutió en la palabra azul una significación que no tenía la palabra añil; “blue”, en inglés, tuvo un significado distinto antes y después de la “intervención” cultural de las canciones de los negros esclavos de los Estados Unidos. Lengua y lenguaje son dos realidades interactivas de la cultura: la lengua –la de todos– evoluciona en frases y vocablos; el lenguaje, -el de los poetas y pensadores-, transforma las significaciones y el sentido y, además, influye sobre el conjunto del idioma.
La poesía, el comercio, la prostitución, contaminan algunas palabras y las inhabilitan para los fines artísticos del poeta. Kant escribió sus dos criticas e intuyó, parcialmente, una “critica de la razón poética”. Un zéjel del siglo XI dice: “Corazón malo y sin arte,/piensa con que remediarte,/ que en mi no tendrás más parte/que el moro en Santa María. Corazón, sigue tu vía,/que yo seguiré la mía”/.

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