Sintonicémonos

Sintonicémonos

JOSÉ LOIS MALKUN
Definitivamente, hay un serio problema de sintonía entre lo que dice y piensa el Presidente y lo que ocurre en el país.

Durante la reciente ausencia del Presidente de la República, donde pronunció discursos en la reunión de los países no alienados, celebrada en Cuba, después en varios eventos en Chicago y finalmente en la Asamblea Anual de la ONU, en el país se desbordaban los reclamos y las protestas antes ciertos hechos que en nada sintonizan con los mensajes que está dando el Presidente en el exterior.

Por ejemplo, la gente no se explica cómo es posible que sigan subiendo los precios de muchos bienes y servicios, aún después de eliminar el recargo cambiario. El dengue, convertido en un dolor de cabeza para las autoridades por no ponerle atención a tiempo, ha llenado de luto a muchas familias dominicanas y tiene abarrotado de pacientes a todos los hospitales del país. Dentro de un mar de confusiones, de quién fue y quién no fue, se descubre el mayor cargamento de drogas de nuestra historia, lo que muestra el auge que ha tenido el tráfico de estupefacientes.

Para colmo, el sistema eléctrico se desploma y como siempre, la CDE culpa a los generadores y éstos al Gobierno.

Mientras tanto, el Presidente dice en uno de sus mensajes que la República Dominicana se encamina a ser un modelo para el resto de los países del tercer mundo. Afirmación que en vez de enorgullecernos nos debe causar mucha preocupación. Imagínese que un ciudadano de otro país del tercer mundo nos visite y quiera conocer la clave de nuestro éxito. Es probable que al concluir su misión, este ciudadano quiera pedir asilo político en otro país ya que estará desesperado por salir de aquí y frustrado de volver al suyo.

En sus mensajes en el exterior, el Presidente no pierde oportunidad de reafirmar su compromiso con la reforma constitucional, destacando que es un esfuerzo trascendente que conducirá al país por un sendero de paz y progreso.

Obvia todos los problemas del diario vivir y minimiza la cruda realidad económica y social en que vive el dominicano.

No hay dudas de que el Presidente, consciente de los graves problemas que tiene por delante y por detrás, ya que muchos vienen arrastrándose por las indecisiones del Gobierno, trata de mantenerse ajeno a todo lo terrenal. Evita a toda costa enfrentar los medios. No toca para nada temas que sean controversiales ni da respuestas claras a nada que se le presente. Si hay problemas energéticos, piensa que con una cumbre y su presencia, todo se resolverá. Lo mismo pasa con la seguridad social o las zonas francas.

Al final de cada una de esas cumbres, la gente se queda en el limbo. Adormecida. Desarmada. Pero consciente de que nada se resolverá.

Sin embargo, no hay dudas de que el Presidente cree firmemente que esta estratégica política da resultados.

Considera que mantenerse fuera de sintonía con la realidad nacional es más beneficioso políticamente que enfrentar los hechos, a sabiendas de que muchas de esas vainas le pueden caer encima. Y si lo mide por las encuestas, no hay dudas de que una mayoría de los dominicanos piensa lo mismo aunque se lo esté llevando el diablo.

Pero eso nos conduce a una última reflexión. ¿Qué posibilidades hay de que podamos enfrentar los retos que tenemos por delante considerando que este es un país eminentemente presidencialista? Como van las cosas, yo no veo ninguna. Y esto puedo tornarse más grave si hay reelección.

Porque es bueno que todos sepan que aquí nada importante se decide sin la anuencia del Presidente. Todo gira a su alrededor. Cuando usted ve que varios funcionarios se culpan entre ellos de la aprobación de tal o cual contrato oneroso, usted puede estar absolutamente seguro que la mano presidencial está detrás de cualquier decisión que se haya tomado al respecto.

Y así pasa con todo. Si los recursos para educación no llegan o la mayoría de las obras publicas se paralizan por causa del Metro, eso no lo decide nadie que no sea el Presidente. Si el gasto público se desborda en partidas que no tienen ninguna prioridad y eso conduce a un déficit fiscal que viola el acuerdo con el FMI, no dude para nada que eso viene de una decisión acordada con el Primer Mandatario.

Así ha sido siempre y lo seguirá siendo hasta que ciertas prerrogativas presidenciales no sean revocadas. Si eso es parte de la reforma constitucional, bienvenido sea. De lo contrario que ni se molesten con eso.

Para concluir, es difícil predecir hasta cuándo un país puede soportar el peso de sus graves problemas, cuando éstos no están en sintonía con lo que piensa, hace o dice su Presidente. Si salimos vivos de ésta, quizás seamos pioneros en el descubrimiento de un nuevo paradigma para enfrentar el subdesarrollo.

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