Sirena diplomática: ese continuo asunto de Irán

Sirena diplomática: ese continuo asunto de Irán

WASHINGTON.- Irán ha sido la sirena de Oriente Medio para sucesivos gobiernos estadounidenses. Cada presidencia, al parecer, ha tenido una nueva oportunidad de influencia que termina mal. El interrogante es: ¿El Presidente George W. Bush seguirá los ejemplos de Jimmy Carter y Ronald Reagan y se sentirá atraido, sólo para encallar en los vados iraníes?

Los formuladores de políticas del gobierno de Bush, como muchos expertos, se sienten cautivados por la lucha de poder entre reformadores e intransigentes en Irán. Pero funcionarios gubernamentales están divididos sobre si presionar en favor de la democracia si pusiera en peligro otras prioridades, como lograr que Teherán deje de apoyar al terrorismo contra Estados Unidos e Israel, o desmantele su programa de armas nucleares. Más inmediatamente, el gobierno necesita la ayuda de Irán para mantener estables a Irak y Afganistán.

No es que Washington pueda hacer mucho para nutrir la democracia iraní. En realidad, cada vez más, los funcionarios gubernamentales concluyen que los reformadores probablemente serán derrotados por los clérigos intransigentes encabezados por el Ayatola Alí Jamenei y el poder detrás de su trono religioso, el ex presidente Alí Akbar Hashemi Rafsanjani.

«Pongámoslo de esta manera: No estamos esperanzados de que la democracia triunfe», dijo un alto funcionario gubernamental. «Pudieramos estar encaminándonos a una situación en que los mullahs estén incluso menos ambiguamente en control y los moderados desaparezcan completamente».

La semana pasada, el principal partido reformista de Irán dijo que boicotearía las elecciones parlamentarias programadas para este mes porque casi la mitad de sus candidatos fueron rechazados por el Consejo Guardián de 12 miembros, establecido para asegurar el dominio por parte de la élite religiosa. Pero aun cuando los reformadores compitan justamente en una elección, muchos analistas dicen que tendrían problemas para ganar porque se considera ampliamente que el Presidente Mohammad Jatami, el principal reformador, ha fracasado al traer mucha mejoría a la vida de los iraníes desde su elección en 1997.

Sin embargo, la turbulencia presenta muchos interrogantes tácticos al gobierno de Bush.

Funcionarios del gobierno estadounidense se preguntan, por ejemplo, si el apoyo estadounidense hará más difícil provocar un cambio democrático. ¿La presión en favor de la democracia socavaría los esfuerzos para convencer a Irán de abandonar su programa de armas nucleares, o cancelar su apoyo a organizaciones terroristas? Igual de malo, ¿esto costaría al gobierno estadounidense el respaldo que ha recibido de Irán, y por el cual está agradecido, para establcer nuevos regímenes en Irak y Afganistán?

Y si los reformadores ganaran el poder, ¿podrían relajar el control religioso en Irán, permitiendo más jeans y lápiz labial, pero no relajar políticas hostiles hacia Occidente?

«En este momento, es seguro decir que este gobierno está un poco paralizado», dijo un funcionario estadounidense. «La sensación es que, tristemente, no hay nadie en el gobierno iraní, ni siquiera los reformadores, que pueda ser el campeón del pueblo iraní».

El equipo de Bush ha estado desde hace tiempo dividido en cuanto a cómo proceder. Desde que asumió, el gobierno ha parecido oscilar entre buscar una apertura y suspender las conversaciones. En realidad, la broma en algunos círculos es si los intransigentes y convenencieros del gobierno están tan enfrentados como lo están en Teherán.

Hasta mayo pasado, los convenencieros estaban al alza en Washington. Luego vinieron los bombardeos de recintos residenciales en Arabia Saudita, e información de inteligencia estadounidense que sugería que Irán estaba protegiendo a los agentes de Al Qaeda considerados responsables. Una serie de reuniones entre enviados iraníes y estadounidenses de nivel medio fue suspendida.

El verano pasado, el gobierno estadounidense se sintió cada vez más alarmado por el programa de armas nucleares de Irán y se encaminó a un desagradable enfrentamiento en la Agencia Internacional de Energía Atómica. El foco de preocupación era lo que parece ser una planta para producir uranio altamente enriquecido para armas nucleares en Natanz en el centro de Irán, un sitio no conocido por los expertos nucleares hasta hace dos años.

En parte debido a su deseo de evitar otro enfrentamiento en Oriente Medio, Gran Bretaña, Francia y Alemania consiguieron la aprobación estadounidense en octubre para una iniciativa diplomática en la cual Irán estuvo de acuerdo en suspender sus actividades de enriquecimiento en Natanz, la cual sostiene es una instalación pacífica, y en aceptar protocolos de inspección adicionales.

Algunos funcionarios estadounidenses temen que el cumplimiento de esa promesa pudiera ser escurridizo, y que, en cualquier caso, un enfrentamiento en torno a Natanz es virtualmente seguro. «El acuerdo europeo podría haber postergado la evaluación, pero a menos que los iraníes renuncien a su programa, no va a evitar la evaluación», dijo un alto funcionario estadounidense.

Incluso muchos europeos dicen que no están seguros de las intenciones de Irán. Un destacado enviado europeo dijo que después de una reunión recientemente con el líder de la agencia de seguridad nacional de Irán, Hassan Rohani, no estuvo claro si Irán verdaderamente pretendía poner fin a su programa nuclear o simplemente estaba ganando tiempo.

«Sospechamos mucho de sus intenciones», dijo, y añadió que a menudo era difícil decir incluso en las reuniones quién era reformador y quién era un clérigo intransigente.

Muchos funcionarios estadounidenses argumentan que, dejando de lado el terrorismo y las armas nucleares, la preocupación más apremiante con Irán tiene que ver con Irak. Esa es la razón de que el principal clérigo iraquí, el Gran Ayatola Alí al-Husseini al-Sistani, esté demandando elecciones, las cuales casi seguramente conducirían al control chiíta de Irak por primera vez en la historia moderna.

Nacido y criado en Irán, Al-Sistani es un personaje misterioso. Muchos formuladores de políticas estadounidenses temen que su ascenso al poder en Irak pudiera conducir a un Estado teocrático con sede en Bagdad.

Pero algunos otros dicen que Al-Sistani es un moderado que se opone a una teocracia estilo iraní. Su autoridad debería ser alentada, según este razonamiento, porque elevaría el estatus de Irak como una ciudadela chiíta y finalmente ofrecería una alternativa al régimen clerical intransigente en Irán.

«Nuestra mayor esperanza para el cambio de régimen en Irán es lograr las cosas correctas en Irak», dijo Patrick Clawson, subdirector del Instituo de Washington para la Política del Cercano Oriente. «Si un gobierno laico puede ser establecido en Irak con la bendición de Al-Sistani, va a tener un enorme efecto latente en el país vecino».

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