Seísmo y Sismo son sustantivos derivados del griego “Seismós”. Ambos aluden a ‘sacudidas’, ‘sacudimiento’, ‘agitación’, ‘temblor de la tierra’. En fin, ‘terremotos’.
Ninguna de estas veces tuvo acogida en el “Diccionario de autoridades, primer lexicón de la Academia de la Lengua”, publicado en la primera mitad del siglo XVIII. Joan Corominas incluye sólo el término /seísmo/. “Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana”. Editorial Gredos, Madrid, 1954.
Mientras Martín Alonso coloca /sismo/ y varios derivados: sismología, sismógrafo, sismólogo… (Enciclopedia del idioma, volumen III, editora Aguilar, 1958, Madrid).
Si en aras de ampliar los valores semánticos del vocablo, se acude al “Diccionario español de sinónimos y antónimos”, de Federico Carlos Saínz de Robles, Aguilar, S. A. de Ediciones, 1946, nos ofrecerá esta gama de aproximación de la palabra, /seísmo/ = /sismo/, sacudidas, sacudimiento, agitación, convulsión, cataclismo, terremoto, temblor de tierra.
Por su parte, el “Diccionario de la Real Academia de la Lengua (DRAE) revela que /sismo/ es un helenismo, como apuntamos más arriba, que significa ‘terremoto o movimiento de la tierra producido por causas internas’. /Sismo/, del griego ‘agitación’, perteneciente al terremoto.
Acoge, además, /sismógrafo/, instrumento que señala la dirección y amplitud de un sismo. Y da entrada al vocablo /sismómetro/: que mide, durante el terremoto, las fuerzas de las oscilaciones y sacudimientos de la tierra. Así, también, /sismología/: ciencia que estudia los terremotos o movimientos de la tierra. /Sismológico/, adjetivo que se refiere a las agitaciones o terremotos producidos por causas internas.
Y cierra con los sustantivos /sismólogo/, sismóloga/, que son los especialistas en sismología.
Por el material acumulado para ilustrar esta breve nota, se desprende que la primera de estas dos voces que ingresó al vocabulario español fue la forma directamente helénica o griega: /seísmo/, más acorde que la que nosotros hemos usado por décadas, la cual se forma por influjo de la ley del menor esfuerzo y se convirtió prontamente en /sismo/, que elimina la /e/ de la primera sílaba /se/ y acorta la palabra, de tres sílabas: –se–ís–mo, en dos: sis–mo. Este fenómeno, repito, se conoce como ley del menor esfuerzo en disciplinas como la lingüística y la filología.
La parificación me interesó desde el primer momento; mas, no me incliné de una vez a acudir a las enciclopedias. Fue, sí, algo empleado en aquellos momentos por los periódicos que recogen informaciones difundidas por cadenas internacionales que, a veces, son muy apegadas a usos regionales.
Recientemente alguien me preguntó en la Academia de Ciencias acerca del empleo de estas voces. Le expliqué que nunca me había inclinado a revisar diccionarios y enciclopedias acerca de esto. Pero que trataría de dilucidar el tema en un próximo artículo. Esto fue el miércoles 16 de octubre en curso.
Entre terremoto, temblor y sísmico, hay más usos: cinco. Seísmo se alza con dos. Algunos pretenden empujar hacia acá. Otros hacia allá. Algunos se turban acerca de “cuál uso” es el regular. Se trata de “diversidad dentro de la unidad del español”. No existe ninguna pugna. No se trata de condenaciones de uso. No hay tal. Por esta ocasión.