Situación y lecciones de México

Situación y lecciones de México

FIDELIO DESPRADEL
López Obrador acusa el presidente Fox de “traidor a la democracia”, por haber orquestado “múltiples irregularidades” en los comicios de México. Asimismo, en una multitudinaria manifestación en El Zócalo, plaza emblemática de México, López Obrador denunció el fraude, informó que tienen pruebas de graves irregularidades en 55,000 casillas de votación, delineó las iniciativas legales que estaban tomando y llamó a sus seguidores “a realizar, desde el próximo miércoles, una pacífica marcha nacional desde todos los estados hacía la capital del país”.

En el día de hoy (escribo los martes) la prensa informa que el candidato del PRD mostró al organismo electoral y a la prensa videos que evidenciaban una parte ínfima del fraude orquestado por los grandes poderes de México.

La más disímil reacción ha provocado la fullería del presidente Fox y de los poderosos círculos de poder de México, apoyados por los Estados Unidos y la Unión Europea, defensores, junto con Japón, del “orden económico establecido en el mundo y en México”.

México es un país sumamente importante en el continente americano. Extensamente poblado, segundo exportador de petróleo del continente, con una industria pesada, media y pequeña muy importante. Y no sólo esto, sino que México es el modelo, junto con Colombia, de lo que quieren hacer y hacen las grandes potencias con nuestros países, a través de su modelo, en un mundo globalizado. México, además, tiene una extensa frontera con los EE.UU., con decenas de millones de mexicanos viviendo en los Estados Unidos.

Los grandes poderes mundiales y sus socios mexicanos pensaron desde un principio que no les convenía el triunfo de un candidato progresista en México, principalmente por el peso de este país en América y por su extensa frontera con los Estados Unidos, a quien lo une un acuerdo de Libre Comercio, como por el papel de sus cúpulas derechistas en la estrategia de contención que la triada realiza en América para evitar que el camino de Bolivia y Venezuela sea el que finalmente prevalezca en el curso de las luchas de los pueblos de América, en medio del evidente “giro a la izquierda” que se viene dando en el continente.

Pero le temen, por igual, a que el desbordamiento de la crisis actual, se convierta en una gran crisis política, que termine con la imposición, por la fuerza, de un gobierno pegado con saliva. O sea, lo que vendría después de una imposición por medio del fraude y el uso de la fuerza, les preocupa tanto a estos grandes poderes mundiales, como tener que lidiar con el triunfo de López Obrador.

Por eso las reacciones de la cúpula del Episcopado Mexicano, de los empresarios, del New York Times, y de organismos de la ONU y de la Unión Europea. Todos estos grandes poderes, junto con el del gran capital financiero, tienen la vista puesta en México.

Por otra parte, López Obrador se la está poniendo cada vez más difícil, porque ha llamado, justamente, a la movilización nacional pacífica y a “una marcha nacional desde todos los estados hacía la capital del país”.

Después de haber cantado como gallo, denunciando el fraude y llamando a la movilización nacional, para doblarle el brazo al organismo electoral y conseguir que los votos se cuenten uno por uno, López Obrador no puede “echarse para atrás”, aceptando lo que el grueso de los mexicanos califican como un gran fraude. Sería su suicidio político.

Para los dominicanos y dominicanas progresistas, las lecciones de México (que recién empiezan) son de una gran importancia.

Luchamos por construir un movimiento político y una propuesta alternativa, para cambiar el rumbo del país, desplazando del poder a quienes han hecho lo que les ha venido en ganas con este país en los últimos cuarenta años, y quizás tengamos que lidiar con este Bloque de Poder a través de las elecciones.

Entonces, lo de México es crucial. Esta gente, incluyendo a los Estados Unidos, no ceden el poder fundamental sin apelar a todas las trampas habidas y por haber, incluyendo el uso de la fuerza directa (y en nuestro país son maestros en todos estos menesteres). Y la única forma de doblarle el brazo, obligándolos a respetar los resultados de cualquier elección donde esta gente pierda parte fundamental de su poder, tanto nacional como local, es con un movimiento social fuerte y con la firme determinación política de movilizar a las gentes para defender sus derechos.

Y no me estoy aquí refiriendo a las cúpulas burocráticas (obreras, estudiantiles, barriales, muchas ONG) que hoy en día han convertido en una entelequia al otrora poderoso movimiento social dominicano. Me refiero al movimiento de resistencia real existente en el país, aunque tan sólo sea potencialmente. Me refiero, por tanto, a que cualquier participación política, incluyendo la electoral, tiene que dirigirse directamente a las gentes, contribuir a que recuperen la confianza y convencerlos de lo poderoso que resultan ser, cuando tienen objetivos políticos claros y cuando logran desembarazarse de las cadenas que le han impuesto, poco a poco, en los últimos 40 años.

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