Siwa, oasis de tradición y naturaleza en el desierto egipcio

Siwa, oasis de tradición y naturaleza en el desierto egipcio

Personajes históricos como Cleopatra y Alejandro Magno se dejaron seducir por los encantos del oasis de Siwa que, a día de hoy, ofrece tradición, historia y un entorno único a los visitantes que se atreven a penetrar en el desierto occidental de Egipto hasta la frontera con Libia.
Llegar a Siwa, que se encuentra a unas 12 horas de distancia de El Cairo, no es fácil, pero quien lo hace admite que el largo viaje merece la pena para descubrir una cultura y estilo de vida tradicionales, que se han mantenido a lo largo de los siglos gracias a su aislamiento del resto de Egipto y del mundo.
En el pasado, sólo arribaban al oasis las caravanas de comerciantes que transitaban desde el mar Rojo y el este de África hasta el norte del continente y el Mediterráneo, y los peregrinos que acudían a consultar el oráculo de Amón, al que el propio Alejandro Magno pidió consejo para sus batallas. “Tienes la vocación para la conquista de Egipto, serás el faraón del Alto y Bajo Egipto”, le dijo el sacerdote encargado del oráculo, ubicado en un templo faraónico levantado en el siglo VI a.C. en honor al dios Amón, uno de los más venerados en este periodo.
En la actualidad, poco queda de aquel edificio situado en lo alto de una colina, sobre cuyos restos se construyó siglos más tarde el primer núcleo de viviendas de Siwa -el pueblo de Agurmi- y desde el cual se disfruta de una espectacular vista sobre el oasis, sus palmerales y sus lagos.
Atracción turística sin mucho lujo. A poca distancia, se encuentra la fuente de Cleopatra: un manantial de agua dulce en medio de palmeras, al cual los jóvenes del lugar acuden a refrescarse y en el que se cree que la misma reina se sumergió hace más de 2.000 años.
Los habitantes de Siwa son mayoritariamente amazigh (bereberes) y hablan el “siwi”, una variante local de la lengua bereber, al igual que sus hermanos de Libia, Túnez, Argelia y Marruecos, con los que también comparten otras tradiciones, como el cuscús, un plato que en todo Egipto sólo se puede saborear en este oasis.
En Siwa, las leyendas y la historia se entremezclan con la realidad, que parece haberse detenido en el tiempo en muchos aspectos de la vida cotidiana de los habitantes del oasis.
El medio de transporte más común son los carros tirados por burros, aunque son cada vez más frecuentes los vehículos motorizados, y los turistas pueden alquilar bicicletas para moverse por el oasis y visitar varias atracciones, situadas en torno a la población de Siwa.
En el centro de la localidad se encuentran los restos de la fortaleza de Shali, construida en el siglo XIII para defender el oasis, y que se resquebraja un poco más cada año que pasa debido a que sus edificios están hechos de “kershef”, una mezcla de barro, sal y arena, con hojas y troncos de palmeras. Las autoridades egipcias no han actuado hasta ahora para salvar este patrimonio histórico, aparte de alguna intervención puntual, aunque algunas de las casas de Shali han sido restauradas por iniciativa privada, sobre todo por extranjeros que se han enamorado de Siwa y su estilo de vida ancestral.
Las viviendas conservan la estructura original: son verticales, estrechas, de varios pisos, con pequeñas ventanas y techos bajos para mantener una buena temperatura en su interior, incluso cuando en el exterior se superan los 50 grados centígrados.
Los visitantes pueden alquilar una habitación en una de estas casas tradicionales, incluso a través de internet, como en el caso del B&B Nanshal, que se sitúa en el punto más elevado de la fortaleza y ofrece unas amplias vistas del oasis que rodea la ciudad.
Faris Hassanein, que gestiona las estancias en Nanshal, explica a Efe que son muchos los que acuden a Siwa y quieren alojarse en el corazón de Shali, donde no disponen “de grandes lujos” pero sí de las comodidades básicas como agua corriente y luz.
Por ello, muchos de los habitantes locales prefieren los edificios más modernos, aunque con menos encanto, que han ido naciendo a los pies de Shali y se han ido expandiendo en las pasadas décadas hacia las periferias del oasis, tal y como cuenta a Efe un residente local que se identifica como Mohamed. El aire acondicionado o la televisión por satélite son algunos de los elementos modernos que han penetrado la cultura de Siwa, que también se está perdiendo en otros aspectos, como el idioma nativo, el amazigh, ya que los niños estudian árabe

Un spa al aire libre. Para los turistas que desean experimentar la vida tradicional del oasis y disfrutar de la naturaleza, hay varios “ecolodge” que han surgido en los últimos años.

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