POR NELSON PEÑA-MELO, M.D/
Publicaciones médicas Japonesa en el año 2001 dieron identidad a nuevo síndrome coronario agudo. Si bien los casos tenían las mismas características del Infarto Miocárdico agudo, la angiografía coronaria no encontraba obstrucción alguna en las arterias del corazón.
El cuadro clínico era indistinguible del clásico Infarto del Miocárdio, el electrocardiograma, las enzimas cardíacas, el ecocardiograma, y la radiografía del tórax no diferían; pero el nuevo síndrome parecía siempre asociado a un suceso ingrato causando un pico en emocional estrés. Esto podía resultar de la muerte inesperada de un ser querido, un susto, sorpresa, accidente, disgusto, discusión, terror, atraco, un fuego, robo, noticia trágica, una intoxicación alcohólica y un ataque de asma.
Este síndrome del corazón roto se caracteriza por una estimulación del nervio simpático produciendo un exceso de adrenalina hacia la circulación sanguínea por las razones arriba mencionadas. Esa gran cantidad de adrenalina lesiona los miocitos de las fibras musculares del corazón impidiendo la salida y entrada libremente del calcio en la fibra miocárdica originando que este órgano vital se debilite y no se contraiga con la fuerza necesaria para bombear la sangre hacia la circulación general.
En el ecocardiograma el corazón asume una configuración muy típica: la pared apical del ventrículo izquierdo se hace discinética durante horas o días. La silueta del ventrículo imita un botellón, como el tradicional Takot-Subo hecho de cerámica y usado para atrapar pulpos en el mar del Japón gracias a su abultado bulbo y su cuello angosto; por esa nueva forma que adquiere el corazón también a la cardiomiopatía del corazón roto se le denomina Takot-Subo cardiomiopatía.
Esta disfunción parcelar cardíaca izquierda con rápida caída de la fracción de expulsión del corazón origina un edema agudo del pulmón e hipotensión arterial. El paciente excepcionalmente puede tener las mismas complicaciones mecánicas del ataque del corazón: perforación del septum interventricular, insuficiencia mitral por ruptura del músculo papilar o cuerda tendinosa y ruptura de la pared libre del ventrículo izquierdo.
De todo esto viene la sinonimia de «síndrome del corazón roto», que ahora tiene no solo el significado romántico y poético sino su lugar en patología.
Ya nuestro viejo maestro Hipócrates, en forma tajante, nos convenció de que no había enfermedades «sagradas», provocadas a capricho de dioses mitológicos. Así se opuso a las creencias anotadas en el papiro de Ebers, aún cuando no lo hubiese leído. Imhotep, gran sacerdote y «médico» egipcio, se habría ruborizado de ese desdén del griego por sus espíritus patógenos. (A pesar de tanto destripar muertos para hacerlos momias, los misterios del corazón seguían inmutables en el valle del Nilo) Galeno de Pérgamo, Grecia, fue un gran médico venerado por siglos en Europa, no llegó a entender la circulación sanguínea y fué necesario descifrar anatómicamente el misterio gracias a Vesalio y descubrir siglos después la función del corazón, arterias y venas periféricas bajo el análisis genial de William Harvey. Y así la ciencia censuró sus supersticiones y son muchos los autores que se han ido sucediendo en este largo recorrido de teorías.
Todos estos tremendos progresos en el diagnóstico, tratamiento y prevención de las enfermedades cardiocirculatorias sin embargo no significan que todos los misterios del corazón se hayan descifrado.
Fué Vesalio en sus disecciones en cadáveres humanos el primero en demostrar lesiones coronarias arterioescleróticas en 1543, sin que este hallazgo fundamental se pudiera entonces relacionar con isquemia miocárdica. Es imposible seguir citando autores y adelantos en cardiología dado el número inmenso de pioneros en microscopía, fisiología, clínica, electrocardiografía, radiología, cateterismo, cirugía, ecocardiografía, química del metabolismo, genética y otras disciplinas descubrieron y cuantificando características normales y patológicas del corazón.
La precisión alcanzada en la evaluación de la anatomía y función de las arterías coronarias es una prueba de la eficacia de los métodos de estudio actuales y sin embargo todavía hay distancias entre nosotros y la verdad absoluta.
La obstrucción coronaria luego de año de progresión en las lesiones orgánicas parecía la única manera de llegar a un desenlace agudo resultando una isquemia miocárdica zonal sintomática o silenciosa y cuando más completa y prolongada resultando en infarto.
Este bloque de conocimientos pareció sólido e irrompible, pero, entonces la engiografía empezó a inquietarnos con casos bien demostrados de arterias coronarias libres de obstrucción orgánica. La teoría de espasmos coronarios segmentarios cogió elegante vuelo con la adición de agentes vasoactivos durante el angiograma.
Pero, desde el año 2000 (el comienzo de un nuevo milenio de más misterios en el corazón) aparecen casos con patentes diferentes a los clásicos. Lo más llamativo fue la disfunción miocárdica zonal y pasajera en casos sin obstrucción coronarias y que a pesar de los síntomas clásicos de un ataque del corazón finalmente el paciente se recupera totalmente.
Esperamos que estas nuevas noticias aclaren algunos misterios clínicos del corazón humano. Ahora hemos comprendido que los ventrículos en los cocodrilos permiten alternar un mayor aporte de flujo sanguíneo para uso de los pulmones o del estómago. Este progreso no es aplicable a nuestros pacientes pero muchos se beneficiarían cuando van a nadar o a comer a un buen restaurante.
La incidencia del síndrome del corazón roto es probablemente del 1 al 2% en los pacientes que padecen del Síndrome Isquémico Coronario Agudo (SICA), sin embargo recientemente en Francia a 1,613 pacientes con SICA se les practicó cateterismo cardíaco y encontraron que 12 pacientes padecían del síndrome del corazón roto, lo que indica que la incidencia en este grupo fue 0.7%. De estos pacientes 11 eran mujeres y sólo un hombre, indicando la observación hasta ahora que este síndrome es más frecuente en la mujer que en el hombre.
Uno de los primeros casos publicados en USA fue una señora de 58 años de edad que presentó el síndrome cuando falleció su esposo y al cumplir el primer aniversario de su muerte, al visitar la tumba tuvo dolor en el pecho, falta de aire y sudoración. Fue llevada a la emergencia del hospital más cercano donde volvieron a diagnosticarle por segunda vez el síndrome; lo que indica que el paciente es susceptible a un segundo ataque de este «nuevo» padecimiento llamado «Síndrome del Corazón Roto».
Los primeros en estudiar estos casos fueron los japoneses y todavía una mayoría de las publicaciones de este «Síndrome del Corazón Roto» viene del Japón. En USA este síndrome tiene una casuística mucho más limitada. Este síndrome es más típico durante estrés emocional por diversas causas ambientales y de ahí que en USA médicos y pacientes hablan ahora del «síndrome del corazón roto».
Heberden en 1802 descubrió con lujo de detalles el síndrome anginoso de esfuerzo. Corvisar, médico de Napoléon Bonaparte, en 1807 fue capaz de publicar la primera clasificación global de las enfermedades cardíacas. Fue una obra maestra la suya, separando las patologías en capas: pericárdicas, miocárdicas y arteriales, llegando así a un «nuevo orden» en el pensamiento médico. Leyéndolo podemos sonreír cuando él llamaba «aneurisma» a todas las dilataciones cardíacas a aórticas; pero nos podemos respetuosos y asombrado por su discernimiento cuando los diferencia en «pasivos» y «activos». Morgagni descubrió los infartos del corazón y Einthoven nos dio la patente electrocardiográfica para reconocerlo. Ecocardiograma, X-Rays modalidades nos equiparon con imágenes precisas; enzimas indicaron cronología y magnitud en el daño cardíaco. Pero aún hay interesantes misterios para seguir sondeando, pensando y dejar que sentimientos e instintos empujen nuestras ambiciones investigativas.