Sobran dos

Sobran dos

Pugnaz y retador, Orlando Inoa provocó al público. Duda, asombro, inocencia perdida. Otra manera de hacer historia, de ser historiador. La Escuela de Formación Electoral y del Estado Civil-EFEC-, la escuela de la Junta Central Electoral, inauguró el día 26 de enero el Ciclo de Conversatorios sobre el Pensamiento Social y Político Dominicano. Pensamiento que existe y es regateado, ninguneado, quizás por desconocimiento o indiferencia. Ese temor a dejar de ser lo que dicen que somos. El apego a la descalificación y al lamento. Sin pasado ni epopeyas. Desmadrados. Parias sin redención. Un hato sin memoria expuesto al vaivén de las malquerencias.
Clodoaldo Mateo Villanueva, director de la EFEC, ideó la jornada. Doce meses y un personaje distinto cada vez. Nada mejor que iniciar el ciclo con Juan Pablo Duarte y el día de su natalicio. A pesar de las innúmeras actividades que había pendientes, un grupo de convocados respondió el llamado. La experiencia única y auspiciosa. Tanto, que el presidente de la JCE, emocionado, leyó el juramento trinitario para conjurar un momento aciago que la evidencia propició. “En nombre de la Santísima, Augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro presidente Señor Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes habidos y por haber, a la separación definitiva del Gobierno haitiano y a implantar una república libre y soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana… “Estas palabras, escritas con un cincel de fuego en el alma dominicana, todavía están alumbrando este país- exclamó Julio César Castaños Guzmán. Inoa, sin embargo, irrumpe, y comenta que La Trinitaria fue de fugaz vigencia. Asevera que no existen pruebas para avalar su desempeño, luego de su fundación gloriosa. Nada aparece. Creerlo es fantasía- acota-.
La primera expositora fue Eleanore Grimaldi Silié. Detalle, explicación, origen del prohombre. Pedagogía patriótica. La evocación de las penurias y desplantes, de la incomprensión, también de las cualidades excepcionales del fundador de la República. Para lograr el objetivo soñado, Juan Pablo Duarte comprometió el patrimonio familiar, arriesgó todo. Perdió la familia, ganó la patria. El relato de la emblemática educadora e investigadora, fue de fervorosa duartiana. Aplausos, aquiescencia. Concluye y corresponde el turno a Orlando Inoa. El hombre estremece. Comparte hallazgos, refuta mitos, expone hipótesis y tesis desacralizadoras. Arremete contra el procerato falso, contra heroísmos que no resisten el rasero de la investigación desapegada de la subjetividad.
Comienza por la historia de Haití porque afirma que sin saber lo que ocurría en la época en el Saint Domingue francés, no se puede comprender el trabajo de Duarte. Refiere la opulencia en el lado oeste, la esclavitud, las guerras y turbulencias raciales, el afán de poseer y lograr un territorio indivisible. La pobreza del lado este, la indefensión. El botín para las metrópolis y las élites criollas.
Un auditorio cautivo atiende su discurso. Llega el momento de la creación de la República, las traiciones, la violencia, el desdén. Un patricio errabundo, amante de la lectura, pero sin formación formal, impulsado por el deseo, la determinación de construir la nacionalidad. Luego el destierro, la soledad, el desprecio, las ofertas miserables que provocaron un instante de lucidez al hermano delirante para decir NO, en nombre de Juan Pablo. Vejaciones por doquier y el triunfo de los orcopolitas. E insiste Inoa: no amamos a Duarte porque no lo conocemos. Critica a los biógrafos melodramáticos. Cita “El Cristo de la Libertad” y “Vida de Juan Pablo Duarte”. Acusa a los autores de recrear los “Apuntes de Rosa Duarte” y edulcorar el dolor y la rabia que se percibe en la prosa decepcionada de la hermana del prócer. Denuncia la falsía de la triada patriótica. Quimera inconveniente y detestable que mezcla traidores, cobardes, serviles y oportunistas con Duarte. La provocación amerita continuar la discusión. Cotejar pareceres. Disentir, hurgar, para afirmar. Para admitir o rechazar, que sobran dos padres de la patria, como afirma Orlando.

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