Sobran razones
El crimen organizado poco a poco toma el cuerpo social de la nación

<STRONG>Sobran razones<BR></STRONG>El crimen organizado poco a poco toma el cuerpo social de la nación

SERGIO SARITA VALDEZ
Reza el dicho popular de que los tropezones hacen levantar los pies. Se trata en realidad de una verdad parcial, pues no es infrecuente escuchar a alguien repetir con amargura: ¡tropecé de nuevo con la misma piedra! Traemos a colación estas expresiones sabias con la finalidad de alertar a la ciudadanía para que no caiga en la desidia o la indiferencia ante una ola de crímenes fríos y calculados que suceden en nuestro bendito y adorado terruño.

Hoy le pasó a alguien desconocido, luego a una persona amiga, mañana a usted o quién sabe si me ocurra a mí. Tal y cual sentenciara Terencio 139 años antes de que naciera Cristo: Nada humano me es ajeno.

A pesar de la existencia de algunos deportes violentos como lo son la lucha libre, el boxeo y las peleas de gallo, se puede asegurar que, de manera general, el pueblo dominicano es un conglomerado mayoritariamente solidario y amante de la paz. La gente se conduele y se lamenta cada vez que sucede una tragedia. No cesan los comentarios por doquier ni las ofertas de ayuda por parte de personas humildes capaces de desprenderse de lo poco que tienen para asistir a quien lo necesite. Es por ello que no nos cansaremos de repetir: el pueblo dominicano es digno de una mejor suerte. Tenemos que aprovechar la nueva gestión de gobierno a iniciarse el venidero 16 de agosto de 2008 para desacelerar y desviar el rumbo que llevan estos vientos huracanados de la violencia de nuevo cuño en Santo Domingo. Hay que ponerle un pare en seco y definitivo a los crímenes por encargo. ¡Ya está bueno de tanta sangre joven derramada! Suficientes son los males sociales y retos que tenemos; no podemos dejar crecer la mala yerba hasta permitir que ahogue los buenos frutos sembrados.

El sentido patriótico llama a la acción; el cáncer del crimen organizado está poco a poco tomando el cuerpo social de la nación. Más que negar o hacer lo del avestruz, es perentorio tomar el toro por los cuernos hasta obligarlo a la obediencia. Estas frías estadísticas de muertes violentas y de homicidios requieren de una amplia acción conjunta oportuna y eficaz. Nada de paños tibios como alivio; vayamos al tronco del complejo árbol problema y empecemos de una vez y por todas a cortar las raíces de la demoníaca planta. No esperemos a que la malignidad se torne incurable, si el quebranto sigue avanzando todos terminaremos afectados por la epidemia. Es hora de ejecución, los diagnósticos son harto conocidos y están actualizados. Si nos desensibilizamos y asumimos la actitud de que si no es conmigo no me importa, entonces con amargura habremos de repetir los llantos de Jeremías.  Aún estamos a tiempo, si lo dejamos para mañana quizás nos resulte tarde. Hablo por los que se fueron a destiempo, víctimas de manos asesinas despiadadas. Ellos no desean que otros semejantes caigan acribillados a balazos o cercenados a machetazos; no quieren más compañía de este tipo.  Queremos, debemos y podemos vivir en paz. Aunemos voces y esfuerzos en pro de tan noble objetivo. Sobran razones para hacerlo.

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