Nos remontamos a la antigua Grecia para entender el nombre de este complejo psicológico que hace estragos en la vida social de muchas mujeres. Según la mitología griega, Antígona, hija de Edipo y Yocasta, dedicó toda su vida al cuidado de sus progenitores, por lo cual, este complejo describe una fijación excesiva en la figura de la madre e incapacidad para aceptar las leyes de la vida y del amor.
El “Complejo de Antígona” fue descrito por Wolman en 1965, como el caso extremo de amor y sacrificio hacia los padres, renunciando a su vez, al amor de pareja. Algunos casos podrían corresponder al “Síndrome del cuidador”; en este síndrome las hijas tienen que ocuparse de los padres, en condiciones de limitaciones físicas y psíquicas, lo que le produce un deterioro importante de su calidad de vida con repercusión en los ámbitos, personal, laboral, familiar y social.
Este complejo de Antígona tiene ciertas similitudes con el complejo de Caperucita porque en ambos casos aparece la vocación de servicio a los demás llevadas hasta el extremo. Las Antígonas modernas renuncian a independizarse, a vivir ellas solas o a casarse y formar una familia. Piensan que sus padres las necesitan y se dedican en cuerpo y alma a su cuidado, de forma literal.
Pero resulta que la persona que “cuida” sin límites a otra puede desarrollar episodios de estrés de variable intensidad. Y es por eso, que los cuidadores principales suelen tener peor salud que los familiares a los que cuida y corren riesgo de sufrir mayor incidencia de problemas orgánicos y fisiológicos como: trastornos osteomusculares, cardiovasculares, gastrointestinales, respiratorios e inmunológicos.
Sin embargo, no suelen acudir a consultas médicas. Así mismo realizan menos “conductas de cuidado de la propia salud”, como no dormir lo suficiente, alimentarse de forma inadecuada, no vacunarse, no realizar ejercicio físico, abusar del tabaco o alcohol, consumir en exceso ansiolíticos e hipnóticos e incumplir los tratamientos médicos.
No estamos hablando de una actitud determinada, como ocurre con la mayoría de los complejos nos referimos a un comportamiento anormal y exagerado. Entre renunciar a tu vida para cuidar a tus padres y olvidarte de ellos por completo, existen infinidad de opciones que te permiten ejercer correctamente tu rol de hija, pero también de persona independiente, de madre, de esposa y de amiga.
Los hijos deben atender en primer lugar a su propia familia, esposa o marido e hijos. Pero no deben olvidarse, en ningún momento, de la obligación moral, familiar y cívica que tienen, de atender a sus padres y si es necesario, sacrificar algo el bienestar de la propia familia, pero siempre y cuando haya un equilibrio entre ambas atenciones. Las excusas no valen, ante la propia conciencia, pues como dice el refrán, es de bien nacido, el ser agradecido.
No obstante, resulta que muchas veces el complejo de Antígona surge por ese sentimiento de culpabilidad tan arraigado en algunas familias y que afecta sobre todo a las mujeres. Las hijas se sienten obligadas a renunciar a su vida por el cuidado de sus padres para vivir sin el peso de la culpa, y al final puede que vivan sin el peso de la culpa, pero sin dudas, no disfrutarán el vivir ese estilo de vida.