Sobre costos y causantes

Sobre costos y causantes

Los costos de la política en general, y no solo los de institucionales coyunturas electorales, resultan excesivos para el Estado y con repercusiones como las recién vividas por confrontaciones por planes de reforma constitucional y reelección hubo un efecto adicional negativo sobre la dinámica de la economía. La inversión para dar funcionalidad a las consultas populares mediante elecciones separadas no merece la embestida con lamentos de plañideras por elevada que parezca para el presupuesto; menos si con suspicaces iniciativas se aspira a acorralar de nuevo al país con planes de tocar (no se sabría hasta qué punto) la Constitución, tema descartado absolutamente por ahora a menos que se pretenda desestabilizar por más meses la complicada etapa presente.

La política cuesta mucho por el alto crecimiento de la burocracia estatal con empleos para cotos partidarios y alianzas con licencias para gastar en el tren administrativo; porque los vínculos de amistad y familiaridad con importantes dirigentes dan pie a repartos irracionales de plazas y sueldos, dentro y fuera del país. La política dominicana tiene acceso colosal a recursos presupuestarios fijos en desproporcionada distribución que favorece a los partidos mayoritarios con personajes que de ordinario disponen de otras entradas a cuentas del cuerno de abundancia que es el Erario, sobre el que pesa la enormidad de capítulos que sostienen al Congreso.

La parte media del emparedado

La segmentación por ingresos que incluye el estrato mayoritario de bajos ingresos digno de la mayor atención, no implica omitir iniciativas favorables a familias del segmento que corresponde a la clase media. Hacia esa categoría debe avanzar el mayor número de ciudadanos a salvar de precariedades e ir a mejores hábitats, empleos y educación.
La nueva flexibilidad para uso de recursos liberados del encaje legal que permitirá financiar viviendas de cualquier tipo, y sin importar su precio final, significa que se está tomando en cuenta a la franja de habitantes situada entre las dos capas de la escala que más ocupan primeros planos: una, por la holgura que logra con esfuerzos propios o ventajas. Otra, porque el asistencialismo, en todo su grosor, es para ella, como inversión pública para que puedan encajar mejor entre los planos sociales.

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