Sobre decisiones, pensamientos y educación

Sobre decisiones, pensamientos y educación

Tanto es doloroso el pensar y decidir que para Anatole France -Premio Nobel de Literatura en 1921 y una de las figuras más importantes de la literatura francesa del siglo 20- el hombre, lejos de ser el rey de la Creación, no es otra cosa que el rey del sufrimiento.

Es que navega sobre oleajes de incertidumbres, carente de conocimientos de elementos esenciales para tener acceso a las seguridades de una buena decisión. Todo es aleatorio y confuso. Lo que parece verdad, casi nunca lo es.

Hay que educar teniendo como meta que el hombre tenga herramientas para pensar bien, para proveerlo de información sobre la cual pueda dilucidar y así sea capaz de nadar adecuadamente sobre las tinieblas de un océano de dudas y posibilidades.

Miguel de Unamuno escribió en “La agonía del cristianismo” lo siguiente: “Los analfabetos, los iletrados, suelen ser los que viven más esclavos del alfa y la beta, del alfabeto y de la letra.

Un campesino tiene llena de literatura la cabeza. Sus tradiciones son de origen literario; las inventó primero un letrado…” Debemos, pues, educar a los iletrados para que aprendan a ser esclavos de sus propios conceptos, no siervos ciegos de conceptos ajenos.

Aquel individuo que se ofreció a llevar a cuestas a otro y fabricó al tirano, asumiendo pesos que no eran suyos, no era sino un ser horrorizado de las responsabilidades. Pero la realidad del horror humano a la responsabilidad no justifica la práctica de un sistema educacional que no está encaminado a enseñar a pensar y razonar, sino a embutirle al humano en formación una serie de pautas que no siguen quienes las propugnan y propugnaron, aunque se hayan encargado de engañar a los incautos con hábiles simulaciones.

Que haya sido el aceptante -el débil- el creador del fuerte, no justifica la maldad de este último.

Pero tampoco es justificable el desinterés con que aceptan los débiles que los eduquen mal, que les hayan hecho engullir y hagan que sus hijos engullan mentiras que sirven al utilitarismo de quienes detentan las diversas formas de la fuerza.

A cambio de la comodidad de no pensar, de no tener que razonar (odiosa haraganería) la multitud se limita a utilizar conceptos ajenos como si fuesen inevitables piezas prefabricadas que han de ser colocadas de cualquier manera en sitios diversos.

Por esta actitud el humano es responsable de su bajo desarrollo.

Los modernos sistemas de comunicación: televisión, periódicos, revistas, cine, fotografía, y los novedosos artefactos cada día más miniaturizados y potentes, en verdad no han servido, como debieran, de propulsores de los valores y logros más importantes del humano.

Nos movemos hacia una creciente banalización, hacia el reino de lo trivial.

A veces me temo que por esa ruta el cerebro humano se irá atrofiando cada vez más y que la riqueza y la pobreza que han existido siempre, y siempre existirán, harán estragos en la mente de las personas.

Pobreza y riqueza no estarán confinadas solo a la posesión de bienes materiales, habrá una restringida minoría rica en capacidad pensante, deliberativa y autoritaria.

Entonces vendrá la inmensa mayoría de paupérrimos seres humanos, carentes del ejercicio del pensar, ponderar y actuar.

Algo así había avizorado el genio intuitivo de Jules Verne.

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