Sobre delincuencia

Sobre delincuencia

FRANKLIN BÁEZ BRUGAL
Los actos de violencia, delincuencia y vandalismo mantienen a los ciudadanos en un estado de tensión permanente, la frecuencia de su ocurrencia, el descaro de sus autores, y la creciente osadía que se observa en los reiterados delitos que se cometen, no permiten a los habitantes de esta media isla aceptar que todo es un asunto de percepción y que la realidad nos brinda un panorama diferente. Reforzando esta creencia, se levanta la voz del Banco Mundial advirtiendo que el aumento de la criminalidad está afectando negativamente a la economía dominicana, y minando el crecimiento del Producto Interno Bruto.

 

Creemos que la situación de seguridad pública es sumamente delicada y peligrosa, muchas veces pienso que el país se encuentra al borde de un abismo, en donde la ausencia de medidas para tratar de corregir realmente este problema, en cualquier momento nos empujará a un camino sin retorno, en donde la violencia y la criminalidad nos acorralarán, convirtiendo la convivencia pacífica en un anhelo imposible de lograr.

Durante meses hemos observado cómo se anuncian e implementan programas que como “Barrio Seguro”, etc., tratan de controlar en ciertas zonas el problema descrito. También se han implementado horarios restrictivos para el expendio de bebidas alcohólicas, y el funcionamiento de los centros de diversión nocturna. Hemos visto cómo se confina a la gente en sus hogares y se dejan a los delincuentes en las calles, sin que se note que los niveles de delincuencia tanto diurnos como nocturnos hayan disminuido.

Tenemos una serie de problemas de corto plazo que tienen que ser enfrentados, es cierto que algunas de las soluciones para estos son de largo plazo, y por esta razón muchas veces se dejan de lado, permitiendo que la situación se agrave. Si no se inician las acciones encaminadas a solucionar las causas que originan el aumento incontrolable de la delincuencia, sin importar el tiempo que demore su implementación, no tenemos ninguna duda de que el país se nos irá de las manos.

Es importante destacar que la marginalidad, el hacinamiento, la exclusión, la desigualdad y la falta de oportunidades aderezadas por el tráfico y consumo de drogas son un caldo de cultivo inmejorable para que la cosecha de delincuentes no pare.

Si a esto sumamos la impunidad existente, el exhibicionismo descarado y ofensivo con que se hace ostentación de los vehículos más caros y exclusivos, las lanchas y yates de último modelo, y del consumo más extravagante, no es de extrañar que los que no tienen muchas veces la oportunidad de comer caliente tres veces al día, traten por todos los medios de obtener dinero para darse los lujos que se le estrujan en  la cara.

Para agravar el caso, tenemos una Policía y unas Fuerzas de seguridad que ganan salarios de miseria, colocando a sus miembros en condiciones de extrema vulnerabilidad, en donde la corrupción es el pan nuestro de cada día. Pretendiéndose que en esas condiciones, arriesguen sus vidas enfrentando a una delincuencia que muchas veces está mejor equipada que las mismas fuerzas del orden, y que en el caso del narcotráfico tiene los bolsillos llenos de dinero para sobornar a quien haga falta.

Creemos que la ciudadanía estaría más segura, si contáramos con una policía preparada y bien pagada, y no con la numerosa, corrupta y mal pagada que tenemos hoy.

Por otra parte, se escuchan insistentes reclamos ciudadanos para que la justicia no sea tan blanda y permisiva con los delincuentes. Se entiende que deben respetarse los derechos de todo ser humano, pero lo que se hace muy difícil comprender es la facilidad con que vuelven a la calle por decisión de un juez, reconocidos y consuetudinarios criminales y ladrones.

Creemos que tanto el Ministerio Público como los jueces, deben jugar más eficientemente su rol, y mandar un claro mensaje a la delincuencia de que el que viole la Ley tendrá que pagar las consecuencias.

Lamentablemente, hoy estamos pagando las penas de largos años de postergación de iniciar la solución de problemas vitales como el de la educación, la salud, la vivienda, la desnutrición, etc. responsables en gran medida de la descomposición social y el crecimiento de la delincuencia.

Los antiguos paradigmas de estudio, trabajo, esfuerzo y honestidad ya no significan nada para gran parte de la juventud, que ha visto cómo a través de la política o actividades “no santas”, se progresa económicamente con una rapidez increíble, haciéndole ver a este segmento de la población que no vale la pena estudiar una larga carrera, si puedes ganar mucho más con menos lucha.

Ante tan oscuro panorama lo lógico sería pensar que todo está perdido, y que no hay nada que podamos hacer para revertir este tétrico escenario. Yo soy de los optimistas que cree que esto no es así, pero estoy convencido que todos los actores sociales de la República Dominicana tienen que involucrarse en la solución del problema, y presionar para que se den los pasos necesarios para lograrla.

No podemos seguir escuchando los excelentes planes de gobierno que presentan algunos partidos políticos durante las campañas, y que una vez llegados al poder no cumplen.

A riesgo de parecer repetitivo, insisto en que mientras no tengamos un Proyecto de Nación que comprometa a todos los sectores a respetar las líneas maestras del mismo sin importar quien se encuentre administrando el Estado, no se podrán dedicar los recursos necesarios para solucionar los verdaderos problemas del país, y evitar que se sigan malgastando en subsidios mal enfocados, y en proyectos alejados de las verdaderas prioridades nacionales.

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