Sobre el cambio de modelo

Sobre el cambio de modelo

Se ha internalizado hasta ponerse de moda lo del cambio de modelo. Ha pasado a ser un ritual en los debates de candidatos ante medios y sectores de la sociedad; coincidiendo, aparentemente, todos. Luego de defenderlo con vehemencia, funcionarios ahora  admiten lo que hace poco negaban.

En el último evento empresarial se habló incluso de reinvención.

Resulta pues imperativo precisar de qué hablamos, cuidando de no afanarse por rebuscar invenciones ni de llevarse por cursilerías traductoras de subestimaciones de experiencias de resultados probados que, por ignorarlas, han causado la crisis económica que estamos viviendo con sus secuelas sociales y políticas mundiales que ya muchos tememos precursoras de conflagraciones bélicas.

El modelo seguido durante los últimos períodos constitucionales ha sido armado con las siguientes piezas: (1) Expansión del gasto corriente en el nombre de la modernidad, combate de la pobreza mediante empleos burocráticos y subsidios, predominio de la percepción mediática sobre la realidad; hipertrofiando un Estado, glamoroso y clientelista; (2) Aumentos impositivos mediante paquetes, paquetazos o paquetitos encubiertos en el eufemismo de “reformas fiscales” las cuales nunca proporcionan ingresos para cubrir tantos gastos generándose enormes (3) Déficits fiscales que incapacitan al Estado para atender las necesidades de infraestructura económica y social obligándolos a cubrirlos y proveerlos con (4) Endeudamientos que incrementan las cargas fijas por el pago del servicio de la deuda generando más déficits demandantes de más financiamientos, constituyéndose una (5) centrífuga  económica que aumenta el riesgo del país traducible en altas tasas de interés -actualmente 17% pagada por el Estado por los títulos nacionales que emite y por los puestos de bolsa para colocarlos en certificados financieros – fomentándose unas inversiones y economía especulativas desalentadoras  de inversiones causantes de (6) Sacrificios en la economía real generadora de puestos de trabajo – aumentando así las demandas de empleos y subsidios al Estado- y afectando la producción de bienes y servicios con que satisfacer necesidades que terminan siendo satisfechas con importaciones sin que las exportaciones crezcan proporcionalmente ocasionando una (7) Ampliación de otro déficit, el comercial, demandante de financiamientos externos para equilibrarlo, agregando más gastos  magnificadores de déficits, agotando las recaudaciones y (8) Reduciendo la capacidad de maniobra del Estado para proveer servicios públicos ineludibles como salud y educación coronando, junto a todo lo demás, insatisfacciones e inconformidades potencialmente atentatorias contra la paz, el orden y la seguridad.

Como puede observarse, cambiar éste modelo implica actuar sobre la pieza básica para lograr, y más a la mano para repercutir, en todo lo demás: lo fiscal y su disciplina; lo prioritario a procurar por la dominicanidad responsable.

Sin ella, lo demás es retórica vana.

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