Presenciamos un fenómeno económico sorprendente: desplome violento de los precios del petróleo generando fuerte incidencia en el escenario mundial e, ineludiblemente, en la geopolítica internacional. En esencia dos elementos influyen en esa tendencia.
La crisis económica mundial, que provoca contracción en la demanda. Por otra parte se registra aumento en la oferta especialmente por la irrupción como exportador, y primer productor mundial, de Estados Unidos. Para el Congreso norteamericano un 30% del precio del petróleo se debe a la especulación de Fondos de Inversión – para Goldman Sachs llega al 40% -. Expertos señalan que si recientemente en el mercado de futuro actuaban un 70% de participantes reales – productores y consumidores – y solo 30% de especuladores, ahora la situación es totalmente inversa.
Solo mediante esos factores se puede entender lo que está ocurriendo en el mercado, contra toda lógica del mismo, ante situaciones críticas internas en grandes productores.
Sin embargo, tampoco se puede ignorar que el mercado prevé la continuación de recesión en Europa y “desaceleración” en China. Ley del mercado: a menor demanda y aumento de oferta presión a la baja de los precios. Al comenzar diciembre el precio ha bajado alrededor de un 40% con relación a junio. Analistas estiman que esa caída podría tener un efecto de 0.5 a 0.8% en el incremento del crecimiento mundial.
El fenómeno sorprendente es la irrupción imponente de EE.UU. en el mercado. En 2011 se confirmó como primer productor de gas y en 2014 de petróleo gracias a la explotación del llamado petróleo de esquisto – solo Texas se produce más petróleo que México-. Esa nueva realidad geoeconómica de EE.UU. ha influido en su percepción geopolítica internacional especialmente en lo referido a sus intereses en el Medio Oriente siendo ahora mucho menos dependiente del petróleo árabe. ¡Alerta! Esto incrementa los niveles de competitividad en la industria estadounidense por lo que puede reforzar el interés en producir internamente e incursionar menos en zonas francas.
La mayor parte de los análisis que inundan los medios se centran en el “desastre” que le viene encima a Irán, Rusia y Venezuela, como si fueran estos los únicos que sufren la crisis. Claro que esas economías se estremecerán profundamente pero no van a explotar. Se olvida que hace solo 5 años el precio recaló a US$35 el barril. Pero los afectados son muchos más: los productores emergentes, especialmente en EE.UU., que surgieron a la sombra de los altos precios; un precio inferior a US$70 amenaza la rentabilidad. Ese es el juego de Arabia Saudita – funcionarios suyos han dicho que el que tiene que disminuir la producción es EE.UU. – que puede soportar precios de US$10 mientras en Alaska los productores apenas pueden sobrevivir a los 40 y en Canadá a US$50. Es peor en el sur de EE.UU. La primera gran víctima es la confianza de inversionistas. Se paralizarán las inversiones en energía renovable. Se contraerá la inversión en la propia industria petrolera y será poco atractivo la extracción del caro petróleo de fracking. Consecuentemente, disminuirá la oferta y el precio va a rebotar. Mientras, China, cuarto productor mundial y primer importador se sonríe.